viernes, 13 de octubre de 2023

Die walder meiner dunklen albträume III: «Punta Arenas: La ciudad de los muertos vivientes»



Los sueños oscuros (pesadillas) que relato son parte de mi vida, los he tenido de siempre y me llevan a deambular por distintos «mundos» distópicos de horror, misterio y suspenso. Me acostumbré tanto a esto que con los años dejé de sentir incomodidad o miedo; y hablo de cuando era muy niño; eran algo intrigante para mí, por esa razón me dediqué a estudiar y a investigar todo lo relacionado al tema.

Para la mayoría son pesadillas, hoy para mí son aventuras excitantes que me exigen al máximo mi capacidad de soportar cuanta bestia o monstruo aparecen en ellas.

He aquí otro de mis sueños que comparto con ustedes.

 

«Abro los ojos, estoy en otro lugar... siempre comienzan así estos sueños oscuros, como si me hubieran puesto ahí. Es mi ciudad, por ubicuidad me daba la impresión de que estaba más allá de Zona Franca, calle Bulnes.

Había muchos edificios de habitaciones, se notaba que eran de gama alta, sector muy acomodado... era tarde-noche, las calles estaban vacías. Camino despacio, viendo hacia todos lados, siempre cauto y tratando de escuchar algo que me diera indicios de lo que pasaba.

Nadie en las avenidas.

Todo en absoluta quietud.

Avanzo hacia unas calles que subían... de pronto veo a lo lejos 2 figuras que caminaban a unos 20 metros, no se distinguen bien... me escondo detrás de un auto. Siento un pequeño gruñido... lo que me temía, son muertos vivientes. Desde una casa veo movimientos de cortinas, les hago señas. Nada. Se esconden.

Ahora lo único que pienso es: encontrar armas para defenderme.

Ruidos a mis espaldas, vienen de una calle aledaña... varios muertos me ven y vienen por mí. Corro, intentando no hacer mucho ruido. Los muertos no corren, caminan lento... salto una cerca e intento ingresar a una casa, pero primero me cercioro de que no haya nadie dentro que me pueda disparar.

No hay nadie.

Empujo fuertemente la puerta... todo está oscuro... voy al comedor. Nadie.

Entro a una sala de estar, todo ordenado... no hay nada, ni armas, ni almas.

Subo al segundo piso... lo hago casi a gatas. Nada.

Ingreso a una habitación... registro todo.

Me voy.

Cruzo la cerca y me voy calles abajo y me detengo de golpe... en una calle hay cientos de muertos de pie, quietos... como esperando.

Uno me mira, gruñe y todos comienzan a cazarme y acelero mi paso a toda velocidad, ya no era tan necesario correr, debía mantener energías.

Camino y camino, desesperanzado... porque no tenía nada para defenderme y lo único que deseaba era una arma.

Todo se diluye y estoy en otra parte... y ahí están mis camaradas de la vida, me acerco, los abrazo y los saludo, me preguntan si estaba bien, les contesto que sí. Con ellos habían otras personas que no conocía, y ellos me cuentan que eran algunos sobrevivientes que se habían encontrado en el camino. Su meta era llegar al ferry para salir de la ciudad e ir a Tierra del Fuego.



Avanzamos zigzagueando por pasajes y calles para evitar a los muertos y entonces vimos algunos autos militares en llamas, y nos acercamos y para nuestra felicidad había armas, escopetas, fusiles de asalto y otras cosas, yo tomé una mochila militar y la llené de municiones mientras mi camarada Christian hacía lo mismo, Víctor, su hermano recogía todo lo que pudiera servir, chaquetas, etc. Una vez que terminamos seguimos caminando hacia nuestro objetivo, y en eso aparecen varios zombis y nos atacan, yo comencé a disparar tratando de utilizar las municiones lo mejor posible, las cabezas explotaban, y uno a uno los muertos van cayendo... y comenzamos una carrera a toda prisa porque era obvio que con tanto disparo esto ya habría alertado a otras hordas de hambrientos zombis.

Estábamos exhaustos... y a la vista estaba el lugar donde se suponía habría ferris rescatando gente... pero allí no había nada.

Miramos al estrecho y todo era desolación, ningún barco o barcaza en el horizonte. El sueño de la gente que andaba con nosotros se desmorona y muchos se ponen a llorar y a enloquecer. Las mujeres de más edad se derrumban en el suelo como dando todo por perdido. Yo los insto a seguir y a dirigirnos por la orilla del mar hacia la ciudad nuevamente para encontrar el puerto. Ir al aeropuerto era un viaje demasiado largo y cansador.

Mientras cargábamos las armas alguien nos alerta de lo inevitable... miles y miles de zombis se acercan, adonde mirabas habían muertos vivientes, y en grupos se desplazaban más rápido... se acercaban, y las mujeres que nos acompañaban eran lentas y estaban agotadas.

Miro a mis camaradas y les digo:

- Víctor, Christian... sigan ustedes, yo los cubro, yo me quedo. Voy a intentar retrasarlos lo más que pueda... ¡Váyanse!

Christian, mi hermano y camarada se pone a llorar y grita de rabia negándose a que  yo me quedara solo a morir. Su hermano lo instaba a cumplir mis deseos.

Ellos - los zombis - están a 12 metros y vienen hambrientos y furiosos...

Apunto y disparo, caen decenas... mi arma escupe metralla a nivel de las cabezas y muchos disparos dan en el blanco, los zombis que caen hacen tropezar al resto y esto comienza a retrasar a las hordas.

- ¡Váyanse! ¡Rápido! - les grito.

Christian escupe el suelo y le grita a su hermano y le dice que se vaya y que cuide al grupo de supervivientes...

- Yo me quedo con él - le dice.

Víctor se enoja y lo agarra del brazo intentando obligar a su hermano de sangre a desistir de su decisión.

- ¡Lárgate mierda! ¡Lárgate mierda! – le grita llorando.

El grupo se aleja corriendo.

Ambos sacamos todas las armas que nos quedaban y nos preparamos para la pelea final, era nuestra muerte segura, pero queríamos irnos peleando.

Lanzamos granadas, los cuerpos volaban en pedazos por los aires, tripas, sesos, brazos y sangre por doquier.

- ¡Vengan hijos de puta! ¡Vengan! - gritaba Christian mientras se fumaba un cigarrillo. Sus lágrimas ensuciaban su empolvada cara, pero su sonrisa era la de un hombre que estaba decido a morir.

- Fue un gusto haberte conocido hermano - le digo.

- Para mí también hermano - me responde.

Una lluvia de balas cayó sobre las hordas... a 3 metros... a 2 metros... a 1 metro».

 

Me despierto de golpe, cansado y sollozando, como si hubiera llorado. Y días después le cuento este sueño a mi camarada Christian y él me dijo que no tendría ninguna duda de hacer lo que él hizo en mi sueño.




 

 

 

 

Extraído de mis múltiples sueños oscuros. Muchos de ellos los tengo escritos.

Logo creado por: Aghy Purakusuma para la banda Firienholt.

Logo fue editado para este artículo.