GOLPES EN EL AUTO
Una familia, compuesta por dos pequeños y sus
padres, viajaba por carretera hacia Puerto Natales cuando el auto se les
averió. Los padres salieron a buscar ayuda y, para que los niños no se
aburrieran, les dejaron con la radio encendida. Cayó la noche y los padres
seguían sin volver cuando escucharon una inquietante noticia en la radio: un
asesino muy peligroso se había escapado de un centro penitenciario cercano a
Punta Arenas y pedían que se extremaran las precauciones porque era un sujeto
muy peligroso. Había sido encerrado por una masacre múltiple en la Patagonia
chileno argentina.
El frío golpeaba con fuerza, y esto sumado al
miedo y preocupación habían tensado el ambiente entre ambos niños que discutían
qué o no hacer.
Las horas pasaban y los padres de los niños
no regresaban. De pronto, empezaron a escuchar golpes sobre sus cabezas.
“Track, track, track”. Los golpes, que parecían provenir de algo que golpeaba
la parte de arriba del auto, eran cada vez más rápidos y más fuertes.
“TRACK-TRACK-TRACK”. Los niños, aterrados, no pudieron resistir más: abrieron
la puerta y huyeron a toda prisa por la carretera.
Solo el mayor de los niños se atrevió a girar
la cabeza para mirar qué provocaba los golpes. No debería haberlo hecho: sobre
el auto había un hombre de gran tamaño, que golpeaba la parte superior del
vehículo con algo que tenía en las manos: eran las cabezas de sus padres.
EL DESAFÍO DEL CEMENTERIO
Varias adolescentes habían ido a pasar la
noche en casa de una amiga, aprovechando que sus padres estaban de viaje.
Cuando apagaron las luces se pusieron a hablar de un viejo al que acababan de
enterrar en un cementerio cercano. Se decía que lo habían enterrado vivo y que
se le podía escuchar arañando el ataúd, intentando salir.
Una de las chicas se burló de aquella idea,
así que las otras la desafiaron a que se levantara y fuera a visitar la tumba.
Como prueba de que había ido, tenía que clavar una estaca de madera sobre la
tierra de la tumba. La chica se fue y sus amigas apagaron la luz otra vez y
esperaron a que volviera.
Pero pasó una hora, y otra más, sin que
tuvieran noticias de su amiga. Se quedaron en la cama despiertas, cada vez más
aterradas. Llegó la mañana y la chica no había aparecido. Aquel mismo día, los
padres de la chica regresaron a casa y, junto al resto de padres, acudieron al
cementerio. Encontraron a la chica tirada sobre la tumba… estaba muerta. Al
agacharse para clavar la estaca en el suelo, había atrapado también el bajo de
su falda. Cuando intentó levantarse y no pudo, creyó que el viejo muerto la
había agarrado. Murió del susto en el acto.
[De Tened miedo… Mucho miedo. El libro de las leyendas urbanas
de terror, de Jan Harold Brunvand].
VEN A JUGAR CONMIGO
Hace un tiempo, una amiga mía y yo decidimos
hacer espiritismo por primera vez, ya que nunca antes nos habíamos atrevido a
hacerlo. Llamamos a otras dos amigas para que nos acompañaran, ya que a mí me
habían dicho que probablemente con solo dos personas sería más difícil que
pasara algo. Nos costó trabajo convencerlas, pero al final cedieron. Lo
preparamos todo y, un poco asustadas, comenzamos a hacer la ouija.
Durante la sesión, una de las compañeras a
las que habíamos llamado dijo: “Yo me voy
de aquí, es una tontería esto de la ouija”. Nosotras nos asustamos un poco
y decidimos dejarlo para otro momento.
Al cabo de unos días, la compañera que se
había ido me llamó aterrorizada, diciéndome que, de camino a casa después de
haber ido a estudiar a la biblioteca, al pasar por delante de una casa en
ruinas que hay cerca de su hogar, una niña vestida de blanco le había pedido
que jugara con ella. Mi amiga le dijo que no podía ya que tenía prisa por
llegar a su casa, y acto seguido, la niña comenzó a llorar con lágrimas de
sangre. Mi amiga salió de allí corriendo y al llegar a casa fue cuando me
llamó. Hasta ahí fue lo que me contó mi amiga. En un principio me lo tomé a
broma, pero algo me hacía pensar que mi amiga hablaba muy en serio.
En mi habitación comencé a darle vueltas al
asunto y me acordé del día en que habíamos hecho espiritismo y de las malas
maneras con las que mi amiga se había retirado. Pensé que no tendría nada que
ver y me dormí. Al día siguiente esa misma amiga me llamó porque iba a quedarse
sola en casa estudiando y tenía miedo, así que decidí acompañarla ya que yo
tenía también que estudiar. Cogí un autobús y, ya en su casa, nos pusimos a
estudiar. De repente, oímos a nuestra espalda un ruido como de arañazos. Las
dos miramos y comprobamos horrorizadas que la niña que ella me había descrito
estaba sentada sobre la cama de mi amiga, arañando la pared. Salimos corriendo
de la habitación y al llegar a la puerta observé que mi amiga no estaba, pero
yo estaba demasiado asustada para esperarla.
Un rato después, la policía llamó a mi casa
informándome de que mi amiga había muerto de un ataque de asma. La habían
encontrado en las escaleras de su casa, con una expresión de terror en su cara.
Yo estuve en tratamiento psiquiátrico unos meses y ya me estaba recuperando,
pero el otro día, en mi buzón apareció una nota escrita con letra de niña
pequeña que decía: “Tu amiga murió por no
jugar conmigo. Tengo una muñeca nueva…”. Yo creo que es una broma, ya que
nuestra historia se ha hecho bastante popular en el pueblo, pero por otra parte
tengo miedo… ¿vendrá por mí?
[Del apartado Historias de miedo para campamentos de la web de
cultura popular oral Anecdonet].
Fuente:
Verne.elpais.com
Edición final: VDM.