RELATOS
DE UN APOCALIPSIS ZOMBIE
Autor:
Vantriani
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En un mundo donde los muertos caminan debes aprender que
nunca puedes fiarte de nadie, incluso debes dudar de tus familiares y esa
lección la aprendió nuestro protagonista anterior de mala manera, pero esto
apenas comienza, así como Jorge fue tomado por sorpresa, muchas personas más se
encontraban en diferentes partes de la ciudad tratando de luchar por su vida e
incluso algunos de ellos luchaban por la nuestra.
ÚLTIMO
HOMBRE DE PIE
El sargento Hernández se encontraba preparando a su equipo,
se había activado la señal de emergencia, la policía local era incapaz de
controlar la situación así que el ejército tuvo que entrar en acción, cuatro
camionetas blindadas salieron en fila y se pusieron en marcha, sus órdenes eran
encontrar sobrevivientes y llevarlos a los puntos de extracción que tenía
controlados hasta ese momento la Marina.
Los vehículos llegaron rápidamente a una zona residencial,
varias personas corrieron hacia ellos y los dejaban subir a la parte posterior
de las camionetas mientras los demás soldados checaban el perímetro, ahí fue
cuando tuvieron el primer contacto con lo que se enfrentaban, varios sujetos
salieron corriendo de una casa que se encontraba cerca y empezaron a dirigirse
hacia ellos, estaban llenos de sangre y gruñían fuertemente, Hernández dio la
orden de que se detuvieran, los individuos continuaban avanzando de forma
hostil, El sargento les apuntó con su arma y les pidió nuevamente que se
detuvieran, cuando vio que no lo obedecían abrió fuego disparándoles en las
piernas, era un excelente tirador, derribó a las tres amenazas rápidamente,
pero aquellas cosas tan pronto llegaron al suelo se volvieron a incorporar y
trataban de correr hacia ellos aún con las piernas perforadas, el sargento dio
la orden y su equipo abrió fuego dejando aquellas cosas esparcidas por el
suelo, las camionetas se llenaron y decidieron llevar a las personas a un punto
de extracción. Se encontraban a mitad de camino cuando una de las camionetas se
quedó atrás y empezaron a disparar, todo el convoy se detuvo y regresaron para
verificar qué era lo que sucedía, el sargento Hernández se colocó frente a su
equipo, los disparos continuaban, la camioneta se movía violentamente, se
acercó lentamente y al llegar vio que una de las personas que habían rescatado
se había convertido en uno de los muertos vivientes, varios pasajeros más se
encontraban en el suelo, tenían varias mordidas en el cuello y se desangraban
rápidamente, uno de los soldados de su equipo se encontraba hasta el fondo de
la camioneta, lo habían mordido en un brazo, era un joven que apenas se veía de
veinte años: «Ya no hay nada que hacer Sargento» - dijo aquel joven, levantó su
arma y se dio un tiro en la cabeza, Hernández se quedó observándolo, tenía un
extraño sentimiento recorriéndole el cuerpo, se sentía frustrado y
decepcionado, por un momento se perdió en esas últimas palabras que parecían
retumbar en su cabeza, tres disparos más lo regresaron a la realidad, varios
cadáveres andantes se aproximaban hacia ellos atraídos por el ruido, el
sargento dio las órdenes de que regresaran a los vehículos y se marcharan, pero
aquella horda de muerte se acercaba cada vez más rápido, los soldados entraron
en pánico y empezaron a disparar, pero eso solo los detenía por unos segundos,
las personas que habían muerto en la camioneta se empezaban a levantar, tenían
la mirada perdida, su piel era pálida y poco a poco su rostro se llenó de ira y
empezaron a abalanzarse hacia los soldados, Hernández logró llegar junto con
dos soldados más a la camioneta, la pusieron en marcha y se retiraron dejando
detrás de ellos varios disparos que, poco a poco, fueron disminuyendo y se
convirtieron en un mar de gritos desgarradores.
Los soldados le pedían instrucciones al Sargento, pero éste
no reaccionaba, levantó la radio y trató de comunicarse con la base pero no
tenía respuesta alguna, la camioneta seguía avanzando en dirección a una de las
salidas de la ciudad, trataron de cortar camino por una calle privada cuando de
pronto un joven salió de una de las casas, su ropa estaba llena de sangre,
trataba de cubrirse de la luz, levantó sus manos: «Estoy bien» - gritó el
joven, el sargento Hernández bajó de la camioneta, levantó su rifle y le
disparó en el cuerpo, el joven cayó al suelo, los soldados avanzaron por la
calle para verificar que no hubiera más hostiles, el sargento avanzó hasta el
joven y lo remató dándole un tiro en la cabeza, varios gruñidos y alaridos se
dejaron escuchar, sus hombres fueron emboscados en una de las esquinas de la
calle y no les dio tiempo de respuesta, el sargento trató de regresar a la
camioneta pero tres de esas criaturas ya le cortaban el camino, empezó a correr
hacia la zona segura, la cual no debería estar muy lejos, estaba muy cerca,
podía escuchar los vehículos civiles y a los marinos hablando por megáfonos
para poner el orden, giró la cabeza para ver detrás y observó que la muerte
andante venían detrás de él, cientos de esas cosas lo seguían, de pronto se
empezaron a desviar atraídos por el sonido de los autos y los megáfonos, el
sargento intentó llamar la atención de aquellas cosas pero ya era demasiado
tarde, los marinos abrieron fuego y cada vez llegaban más de esas cosas hacia
ellos.
4
Todo ocurrió tan rápido, las personas en ese puente fueron
condenadas, nadie sobrevivió, el sargento Hernández solo contemplaba la escena
desde la calle principal que llevaba al puente de extracción, varios de los
cadáveres andantes empezaron a perseguirlo y continuó huyendo de ellos,
llevando una marcha de muerte, poco a poco sus piernas empezaron a dar de sí y
en tan solo unos minutos aquella marcha de muerte lo alcanzó dejando solo un
despojo de lo que era antes.
Pero cambiando de escenario, unas horas antes iniciaba mi
historia en este apocalipsis zombi, jamás pensé que viviría algo así, esta es
mi historia, esta es mi versión del apocalipsis. No quedaba nadie más, la
ciudad estaba infestada y yo estaba atrapado en el segundo piso de una casa,
alrededor había miles de zombis tratando de alcanzarme, gruñían, se empujaban
unos contra otros, golpeaban la puerta del cuarto en el que estaba, había
colocado una barricada en las escaleras con una mesa que encontré, no
aguantaría mucho pero me daría tiempo para pensar, llevaba atrapado en la
habitación unas cuantas horas y es asombroso lo rápido que se acercaban al
lugar, pareciera que algo les decía que había alguien, tenía una pierna
lastimada, y no podía correr, ni siquiera podía mantenerme en pie, estaba
condenado a morir, solo me quedaba esperar a que entren y me devoren o terminar
con mi vida en un disparo, no sabía lo que pasaría…
ÚLTIMOS
SEGUNDOS
Todo comenzó cuando acababa de cumplir veintiséis años,
estábamos celebrando en la fiesta, todos comían pastel mientras reían, yo vivía
en Tampico, es una ciudad pequeña de México, ese día hacía mucho calor, pero
los árboles del patio refrescaban el lugar, no era una fiesta muy grande, solo
habían asistido mis familiares cercanos y unos cuantos amigos, ya al final
tomamos unas cervezas en el patio mientras mis primos menores jugaban
videojuegos en la sala, eran cerca de las doce de la noche, al día siguiente
tenía que trabajar así que los invitados poco a poco se fueron retirando, al
final solo quedábamos Adrián, Gustavo y yo, quienes eran mis amigos de toda la
vida, me ayudaron a recoger las cosas de la fiesta y entre plática y plática el
tiempo pasó más rápido, de pronto nos dimos cuenta de que varias patrullas de
policía se escuchaban a lo lejos y varios gritos se empezaban a escuchar en la
calle, nos quedamos en silencio unos segundos para escuchar con atención: «Pum,
Pum, Pum», un fuerte golpeteo nos tomó por sorpresa, los golpes se volvieron a
repetir, era alguien que tocaba la puerta principal de la casa, pero más que un
toquído parecían que eran golpes desesperados, Gustavo era el que estaba más
próximo y se acercó poco a poco, volvieron a golpear la puerta fuertemente, se
asomó por la ventana y me dijo que pidiera una ambulancia, Adrián estaba parado
en la puerta de la cocina, tomó el teléfono y marcó, apenas pasaron unos
segundos e inmediatamente lo mandó a tono de espera, la llamada a emergencias
no lograba conectarse, los golpes se volvían cada vez más constantes, un fuerte
crujido de cristales rotos se escuchó, Gustavo y Adrián caminaron hacia mí, los
tres observamos como un sujeto trataba de entrar a la fuerza por la ventana, le
pedí que se fuera o usaríamos la fuerza, pero parecía estar en un trance, otra
ventana más se rompió y varios brazos luchaban por entrar en la habitación, mis
dos amigos subieron corriendo las escaleras cuando vieron que varios un sujetos
ensangrentados entraban por la ventana, yo subí detrás de ellos, fuertes
gruñidos se dejaban escuchar, y la puerta de la entrada principal cedió, varias
personas con sangre en su ropa y heridas en varias partes de su cuerpo corrían
detrás de nosotros, a pesar de su estado conservaban la fuerza para seguir
avanzando hacia nosotros, querían atacarnos, entramos en mi habitación y
pusimos la cama contra la puerta, tratamos de tranquilizarnos, no comprendíamos
que estaba pasando, todo estaba sucediendo demasiado rápido, aquellas personas
golpeaban la puerta de mi cuarto, me asomé por la ventana y ahí nos dimos
cuenta de la magnitud de las cosas, varios incendios iluminaban la noche, había
personas corriendo por las calles atacando a todos los que se ponían en frente
de ellos, algo estaba pasando con las personas, las hacía hostiles, los hacia
desear la carne humana, los zombis se habían convertido en una realidad.
La puerta empezaba a dar de sí, pronto estarían dentro de la
habitación, optamos por salir por la ventana, era tal el caos que los zombis de
afuera se distraían fácilmente con los ruidos, bajamos por un costado de la
casa entre dos bardas y corrimos al auto, los zombis estaban saltando por la
ventana de mi habitación y varios más de la calle corrían hacia nosotros,
Gustavo y yo logramos entrar rápidamente al auto, pero Adrián no corrió con la
misma suerte, lo tomaron de un brazo antes de subir y lo jalaron hacía afuera
del vehículo, lo empezaron a devorar frente a nosotros, aún recuerdo sus gritos
de ayuda, el sonido de sus huesos rompiéndose y el gorgoteo de sangre que llenó
el ambiente cuando le arrancaron un pedazo de su garganta, no había nada que
pudiéramos hacer, ya estaba muerto.
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Gustavo puso en marcha el automóvil, la puerta se cerró por
inercia y avanzamos por la avenida principal, a lo lejos se escuchaban
disparos, gritos de personas que pedían ayuda y junto con ellos también estaban
los gruñidos de los no muertos, íbamos a dar una vuelta cuando varias
camionetas del ejército salieron de la nada a toda velocidad, se dirigían al
norte de la ciudad y no paraban de disparar a cuantas personas vieran al
frente, Gustavo aceleró y varios de los soldados empezaron a dispararnos, la
ley marcial estaba en acción, nada sale y nada entra, teníamos que salir de la
ciudad, el lugar más próximo era el puente Tampico que conectaba con Veracruz,
si lográbamos salir de ahí teníamos esperanza de sobrevivir.
Al parecer la mayor parte del caos se enfocaba al norte de la
ciudad, en la radio se daba la alerta de emergencia, se recomendaba no salir de
las casas, mantenerse alejado de cualquiera que haya tenido contacto con los
hostiles y se declaraba la zona norte como una zona de emergencia, las luces de
la ciudad se apagaron, estábamos en completa oscuridad, solo las luces de los
autos alumbraban ocasionalmente las calles.
Al llegar al centro de la ciudad habían varias barricadas en
las calles hechas por las camionetas del ejército, no permitían el paso a
nadie, al acercarse empezaban a disparar, varios cuerpos adornaban el camino,
víctimas de los disparos, seguir en auto no era una opción, bajamos del
vehículo y caminamos entre las casas para evitar a los soldados, Gustavo
mantenía un semblante de tranquilidad y yo trataba de seguirlo, pero en mi
interior no dejaba de pensar que no lo lograríamos, nos detuvimos en un
callejón, varios de los hostiles pasaron corriendo hacia un retén de soldados,
los disparos se escucharon rápidamente, los hostiles empezaban a caer rápidamente,
pero cada vez llegaban más y más zombis atraídos por el ruido, subimos a los
techos de las casas y continuamos por ahí, cuando pasamos a un costado del
retén no quedaba nadie más, solo habían grandes manchas de sangre sobre los
cadáveres de los soldados y varios zombis aún arrancaban pedazos de carne de
los cuerpos.
Logramos salir de la zona de emergencia y nos acercábamos al
puente Tampico, a lo lejos podíamos ver las luces de los autos y varios
vehículos de la marina que estaban en la entrada resguardando el lugar, también
habían varias personas que cruzaban caminando el puente, nos acercábamos cada
vez más a la zona de desalojo y empezábamos a escuchar varios gritos y
quejidos, entramos al interior de la casa para poder observar con más detalle
lo que estaba pasando, nos asomamos desde una ventana y la escena que contemplamos
parecía sacada del mismo infierno, lo zombis habían llegado al puente y se
daban un festín con todas las personas que estaban ahí atrapadas, varias de
ellas no habían logrado salir de sus automóviles y las devoraban ahí dentro,
otras más trataban de correr pero desde el otro lado del puente también
llegaban los no muertos, estaban condenados, algunos en su desespero se
lanzaban del puente, cayendo a una muerte menos dolorosa, los habían superado
en número y no tenían adonde más ir, dos de los no muertos notaron nuestra
presencia en la casa y se lanzaron tras nosotros, tratamos de regresar por el
mismo camino de donde veníamos pero las calles estaban llenas de aquellos
seres, Gustavo tomó un cuchillo de la cocina y yo tomé una silla de madera, entraron
por la puerta de atrás, era un policía y una joven, el policía se veía normal
pero cuando giraba su cabeza podías ver que le faltaba un gran pedazo del cuero
cabelludo y tenía varias mordidas en la nuca, la joven estaba totalmente
destrozada de uno de sus brazos parecía que se lo habían arrancado a tirones y
le faltaba también un pedazo de su labio, el primero se lanzó sobre mí y lo
golpee de lleno con la silla, Gustavo se aproximó sobre la joven y la apuñaló
en la cabeza varias veces mientras yo la mantenía en el suelo, el policía se
levantó lentamente y rápidamente lo regresé al suelo con un golpe, Gustavo se
puso de pie y mientras yo presionaba al policía en el suelo le clavó el
cuchillo en el rostro, tomé el arma que llevaba y luego de examinarla rápidamente
le quité el seguro, nunca había utilizado una de verdad, pero solíamos jugar ‘gotcha’
en la playa de Miramar y siempre era el más diestro con las armas.
Los zombis atraídos por el ruido de la pelea lograron tumbar
la puerta delantera y varios de ellos entraron, salimos por la puerta de atrás,
estábamos muy cansados, no aguantaríamos una carrera contra esos seres que
parecían no cansarse, llegamos a un muro y lo saltamos, varias de aquellas
cosas nos alcanzaron pero no lograban saltar el muro, de pronto una horda de
ellos llegó al callejón y empezaban a subir entre ellos, bajé de la barda pero
me lastimé un pie, no podía caminar, Gustavo me ayudó a entrar a la casa,
estaba vacía, había varias fotos familiares en el interior, con suerte aquella
familia habría salido antes de que la muerte andante llegara a ellos, subía al
segundo piso cuando los muertos entraron, tomaron a Gustavo entre los barrotes
de la escalera y empezaron a morderlo, tiraban dentelladas al aire para tratar
de alcanzar un pedazo de él, varios más empezaban a subir por las escaleras, le
disparé a uno en las piernas e hice que cayera al suelo y varios más tropezaron
con él, arrojé una mesa que estaba al final de la escalera y disparé una vez
más a uno de los hostiles, me encerré en la habitación y puse todo lo que pude
en la puerta, cada vez había más de ellos en el exterior, los golpes no dejan
de azotar la puerta, un aroma a muerte empezaba a llenar la habitación…
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Y ahora, la puerta se está rompiendo, «logró ver aquellos
ojos sanguinolentos entre las grietas», un hueco más se hizo en la puerta,
varios dedos ingresan por el agujero llevándose pedazos de la puerta, «cierro
mis ojos», la puerta da de sí, «levanto el arma», los muertos caminan hacia mí,
«apunto hacía mi cabeza, siento que me toman de los hombros y disparo», uno
pensaría que la muerte por un disparo en la cabeza es inmediata, pero no, ahora
estoy en el suelo, me desangro, no puedo moverme, pero puedo sentir todo, cada
mordida, cada abertura en mi cuerpo, los veo comer mis entrañas, empiezo a
tener frío, la mirada se me nubla y me pierdo con la última imagen de aquellos
seres llenos de sangre, comiendo cada pedazo de carne que logran arrancar, el
dolor se va y con él se van los últimos segundos de mi vida.
Fuente:
booknet.com
Edición final: V.D.M.