martes, 14 de octubre de 2025

Deseo [Un cuento corto de zombis]





El mundo tal y como lo conocíamos ya no existe, los humanos están a punto de extinguirse. 

Hace un año los científicos decidieron intentar crear un medicamento para resucitar a los muertos, los cuales al principio parecía no funcionar, aunque, a la larga empezaron a pasar cosas muy extrañas.

Durante este año probaron como diez medicamentos distintos, todos creados desde un laboratorio secreto del Estado. A saber, qué cura hay que poner para cada uno de ellos, ya que, por cada medicación hay una especie diferente.

 

Me encuentro con un grupo de cazadores, somos 4 en total:

•La chica de la katana, Mery.

•El de la guadaña, Fran.

•La del machete, Sophie.

•Y yo que llevo dos kerambit, Dave.

 

Mery y yo nos conocemos desde que éramos pequeños, a los demás, por rescatarnos cuando estábamos a punto de morir.

Y aquí estoy ahora intentando coexistir sin ningún tipo de sentido y, aunque, esté triste por los ya no vivos, estoy en mi lugar.

 

—Ocuparos de la banda sur, yo y Fran nos encargamos del norte - nos ordena Sophie mientras mata a un zombi.


Una horda se acerca, no es tan grande como otras que hemos tenido pero las especies en este lugar son algo más fuertes.

 

—Pongámonos de espaldas - le digo a Mery viendo como nos rodean - será más fácil.

 

Pasamos media hora sin descanso, intentando acabar con cada uno de ellos.

A lo lejos escuchamos un grito, procedente de una casa, nos acercamos sin pensarlo dos veces.

 

—No veo nada, está todo muy oscuro - digo al entrar dentro.


Veo a una mujer arrodillada en el suelo, llorando por su hija convertida, gritando de dolor y agonía.

 

—No, por favor, no la maten - nos implora al vernos.

 

Me dispongo a no hacerle caso cuando me percato de que la niña se encuentra encadenada.

Una persona antes de transformarse empieza a tener convulsiones, una vez paras de moverte, al cuerpo le empiezan a salir unas venas muy características, las cuales, algunas revientan y te deforman, estas sobre todo, suelen ser en el rostro. Tu color de piel se vuelve un tono grisáceo y los dientes podridos se caen conforme pasa el tiempo.

 

—Soy científica, trabajaba para el Estado hace tiempo -nos explica al ver nuestras expresiones de la cara - cuando me enteré del medicamento para resucitar a los muertos me negué y me despidieron. Ella es mi hija Amelia, hace tiempo que es zombi, pero hasta ahora no se le había caído ningún diente.


Nos miramos entre nosotros extrañados. ¿El grito era porque se le ha caído un diente?

 

—Cuanto más tiempo pase una persona convertida, más difícil será volver a su estado normal - continúa con la explicación - una vez se le hayan caído todos los dientes, es muy probable que esa persona muera, ya que, no podrá regenerarse ni tendrá posibilidad de vivir.

 

—Entonces, ¿estás diciendo que hay una cura? - pregunta Fran al instante de darse cuenta de sus palabras.

 

—Sí, al menos una, el problema es que aún no he dado con todas ellas, ni siquiera sé si habrán más - saca del bolsillo de su pantalón una especie de pote con un líquido morado dentro - este es el único que tengo.

 

Mery se encuentra mirando a la pobre niña, sus ojos transmiten pena, pero a la vez enfado.

 

—Hasta ahora nos hemos dedicado sólo a matar los zombis que hay, sin importar que aparecieran más; quiero ir a por una cura para ella - responde Mery con lágrimas en los ojos - no podemos estar más así, si hay cura habremos matado a muchos que aún podían haberse salvado.

 

—El problema es que si pensamos así nos mataran cuando vuelva una horda - responde Sophie.

 

—No podemos ir mirando quien puede curarse y quién no - respondo mirándola fijamente - lo siento Mery, pero en eso estoy de acuerdo.

 

—Podemos ir a por la cura y matar los menos posibles, intentar evitar hacer ruido para no atraerlos y colarnos en el Estado para conseguir las demás potes - dice Fran señalando el frasco de la señora.

 

—Está bien - asiento simultáneamente con la cabeza - no está muy lejos de aquí, pero nosotros no sabremos qué es lo que hay que cojer.

La señora se levanta al acto.

 

—Yo sola me era incapaz de conseguir nada, mi hija fue infectada por una especie llamada «Boneys», al hacerle analíticas cuando se encontraba en estado de transformación pude ver qué componentes hacían falta para crear una cura. No sé si servirá lo que he hecho hasta ahora, pero creo que si encontráis estos medicamentos podría conseguir la cura para todos en una sola - nos entrega un papel con el nombre de cada medicina - el Estado controla todo nuestro país con máquinas de aire, si os metéis en el núcleo de la oficina central y derramáis los líquidos en la máquina, podréis hacer que en un momento se curen todos los zombis.

 

—Vamos - le digo a los demás - no va a ser fácil entrar ahí.

 

Decidimos ponernos en marcha para conseguir todo lo necesario. En el camino luchamos contra muy pocos, sólo dos especies distintas. Y por fin llegamos al Estado.

 

—No parece haber ningún tipo de seguridad - nos informa Fran preocupado - puede que ya no quede nada.

 

Miro a mi alrededor, tiene razón, es como si hubieran desalojado el lugar.

Aun así, entramos sin ningún tipo de esfuerzo, ya que todas las puertas se encuentran abiertas.

Hay zombis por todas partes, algunos parecen ser científicos por la ropa que llevan, no me da muy buena espina.

Miramos todas y cada una de las salas, hay pocos medicamentos, pero la mayoría los encontramos.

 

—En la sala central no hay ningún núcleo, puede que debamos ir abajo y así encontremos lo que falta - les digo a los demás.

De acuerdo conmigo decidimos bajar sin separarnos.

 

—Ahí - señala Sophie contenta al ver el último ingrediente que faltaba.

Lo encuentro todo demasiado fácil, hay algo que no me cuadra.

Fran se acerca a una sala donde parece ser el núcleo de la sala de aire.

Vertemos todos los medicamentos al núcleo y lo activamos sin ningún tipo de problema.

 

—¡Sí! - exclama Mery contenta.

 

Nos ponemos a reír y a festejarlo, orgullosos de todo lo que hemos conseguido. Decidimos volver a casa de la señora para explicarle todo.

No encontramos a nadie, ni un zombi por el camino, un escalofrío recorre mi cuerpo, no sé por qué tengo esta sensación tan rara.

 

—No hay nadie - dice Fran al entrar primero.

 

Me giro al oler los medicamentos de los contenedores de aire. Está funcionando.

De repente, la hija de la señora se abalanza contra Fran, mordiéndole la nuca y quedándose con la mitad de carne en su boca. Este cae muerto en el suelo.

La señora se empieza a reír en la oscuridad de la entrada de la casa.

 

—No pensé que lo haríais sin ningún tipo de duda - nos dice entre carcajadas.

 

Mi cuerpo empieza a notar una especie de ardor que hace que no me pueda mantener de pie. Veo a los demás desplomarse como yo, aún conscientes.

Amelia desaparece en las sombras de la casa, parece que ya no le atraemos.

 

—Este medicamento es para crear al zombi definitivo, todo humano vivo que respire este aire se convertirá en uno de los más fuertes zombis que haya existido - nos informa mientras camina hacia nosotros con una máscara de gas puesta.

 

—Ahora vosotros vais a ser mi experimento.

 

—¿Por... por... por qué? - consigo preguntar casi sin aliento.

 

—Vaya, veo que eres el único consciente.

 

Miro por el rabillo del ojo a los demás, están con convulsiones y a mí no me debe faltar mucho.

 

—Eres muy interesante - dice mientras se quita la máscara.

 

Empieza a nublarse mi vista, estoy mareado, aunque, aún consciente, no me quedan energías.

 

—Te lo explicaré - continúa con un tono de superioridad - cuando os vi supe que haríais cualquier cosa que os dijera, por eso empecé a gritar, para llamar vuestra atención. El Estado decidió echarme porque yo cree las primeras dosis.

Todos decían que estaba loca, pero cada vez que me adentraba en este mundo y veía como se producían cambios en los humanos, más apasionada estaba.

Cuando se enteraron de que lo probé con mi hija por robar una de esas dosis, decidieron evacuar, ya que, algunos de ellos también tenían síntomas y ninguno sabía de una cura, lo había preparado todo al milímetro.

 

Apenas la puedo oír, la noto muy lejana, pero sé que está justo en frente de mí.

 

—Antes de hacer nada, cree una especie de inmunidad, que es el frasco que os he enseñado antes, a mí no me atacareis, no sabréis ni que existo, los débiles morirán por sí solos, cuando lleguen en estado de putrefacción y vosotros seréis mi …

 

Mis ojos sin vida se cierran solos, mi cuerpo comienza a convulsionar y mi mente se apaga progresivamente a cada latido del corazón más débil.

 

Me muero.

FIN

 

 


 

 

Fuente:

Inkspired.

Cuento corto escrito por: Carolina Bueno Rivera.

Correcciones y edición final: Jarl Asathørn.