El mundo tal y como lo conocíamos ya no existe, los humanos están a punto de extinguirse.
Hace
un año los científicos decidieron intentar crear un medicamento para resucitar
a los muertos, los cuales al principio parecía no funcionar, aunque, a la larga
empezaron a pasar cosas muy extrañas.
Durante
este año probaron como diez medicamentos distintos, todos creados desde un
laboratorio secreto del Estado. A saber, qué cura hay que poner para cada uno
de ellos, ya que, por cada medicación hay una especie diferente.
Me
encuentro con un grupo de cazadores, somos 4 en total:
•La
chica de la katana, Mery.
•El
de la guadaña, Fran.
•La
del machete, Sophie.
•Y
yo que llevo dos kerambit, Dave.
Mery
y yo nos conocemos desde que éramos pequeños, a los demás, por rescatarnos
cuando estábamos a punto de morir.
Y
aquí estoy ahora intentando coexistir sin ningún tipo de sentido y, aunque,
esté triste por los ya no vivos, estoy en mi lugar.
—Ocuparos
de la banda sur, yo y Fran nos encargamos del norte - nos ordena Sophie mientras mata a un zombi.
Una
horda se acerca, no es tan grande como otras que hemos tenido pero las especies
en este lugar son algo más fuertes.
—Pongámonos
de espaldas - le digo a Mery viendo como
nos rodean - será más fácil.
Pasamos
media hora sin descanso, intentando acabar con cada uno de ellos.
A
lo lejos escuchamos un grito, procedente de una casa, nos acercamos sin
pensarlo dos veces.
—No
veo nada, está todo muy oscuro - digo al
entrar dentro.
Veo
a una mujer arrodillada en el suelo, llorando por su hija convertida, gritando
de dolor y agonía.
—No,
por favor, no la maten - nos implora al
vernos.
Me
dispongo a no hacerle caso cuando me percato de que la niña se encuentra
encadenada.
Una
persona antes de transformarse empieza a tener convulsiones, una vez paras de
moverte, al cuerpo le empiezan a salir unas venas muy características, las
cuales, algunas revientan y te deforman, estas sobre todo, suelen ser en el
rostro. Tu color de piel se vuelve un tono grisáceo y los dientes podridos se
caen conforme pasa el tiempo.
—Soy
científica, trabajaba para el Estado hace tiempo -nos explica al ver nuestras expresiones de la cara - cuando me
enteré del medicamento para resucitar a los muertos me negué y me despidieron.
Ella es mi hija Amelia, hace tiempo que es zombi, pero hasta ahora no se le
había caído ningún diente.
Nos
miramos entre nosotros extrañados. ¿El grito era porque se le ha caído un
diente?
—Cuanto
más tiempo pase una persona convertida, más difícil será volver a su estado
normal - continúa con la explicación
- una vez se le hayan caído todos los dientes, es muy probable que esa persona
muera, ya que, no podrá regenerarse ni tendrá posibilidad de vivir.
—Entonces,
¿estás diciendo que hay una cura? - pregunta
Fran al instante de darse cuenta de sus palabras.
—Sí,
al menos una, el problema es que aún no he dado con todas ellas, ni siquiera sé
si habrán más - saca del bolsillo de su
pantalón una especie de pote con un líquido morado dentro - este es el
único que tengo.
Mery
se encuentra mirando a la pobre niña, sus ojos transmiten pena, pero a la vez
enfado.
—Hasta
ahora nos hemos dedicado sólo a matar los zombis que hay, sin importar que aparecieran
más; quiero ir a por una cura para ella - responde
Mery con lágrimas en los ojos - no podemos estar más así, si hay cura
habremos matado a muchos que aún podían haberse salvado.
—El
problema es que si pensamos así nos mataran cuando vuelva una horda - responde Sophie.
—No
podemos ir mirando quien puede curarse y quién no - respondo mirándola fijamente - lo siento Mery, pero en eso estoy de
acuerdo.
—Podemos
ir a por la cura y matar los menos posibles, intentar evitar hacer ruido para
no atraerlos y colarnos en el Estado para conseguir las demás potes - dice Fran señalando el frasco de la señora.
—Está
bien - asiento simultáneamente con la
cabeza - no está muy lejos de aquí, pero nosotros no sabremos qué es lo que
hay que cojer.
La
señora se levanta al acto.
—Yo
sola me era incapaz de conseguir nada, mi hija fue infectada por una especie
llamada «Boneys», al hacerle analíticas cuando se encontraba en estado de
transformación pude ver qué componentes hacían falta para crear una cura. No sé
si servirá lo que he hecho hasta ahora, pero creo que si encontráis estos
medicamentos podría conseguir la cura para todos en una sola - nos entrega un papel con el nombre de cada
medicina - el Estado controla todo nuestro país con máquinas de aire, si os
metéis en el núcleo de la oficina central y derramáis los líquidos en la
máquina, podréis hacer que en un momento se curen todos los zombis.
—Vamos
- le digo a los demás - no va a ser
fácil entrar ahí.
Decidimos
ponernos en marcha para conseguir todo lo necesario. En el camino luchamos
contra muy pocos, sólo dos especies distintas. Y por fin llegamos al Estado.
—No
parece haber ningún tipo de seguridad - nos
informa Fran preocupado - puede que ya no quede nada.
Miro
a mi alrededor, tiene razón, es como si hubieran desalojado el lugar.
Aun
así, entramos sin ningún tipo de esfuerzo, ya que todas las puertas se
encuentran abiertas.
Hay
zombis por todas partes, algunos parecen ser científicos por la ropa que
llevan, no me da muy buena espina.
Miramos
todas y cada una de las salas, hay pocos medicamentos, pero la mayoría los
encontramos.
—En
la sala central no hay ningún núcleo, puede que debamos ir abajo y así
encontremos lo que falta - les digo a los
demás.
De
acuerdo conmigo decidimos bajar sin separarnos.
—Ahí
- señala Sophie contenta al ver el último
ingrediente que faltaba.
Lo
encuentro todo demasiado fácil, hay algo que no me cuadra.
Fran
se acerca a una sala donde parece ser el núcleo de la sala de aire.
Vertemos
todos los medicamentos al núcleo y lo activamos sin ningún tipo de problema.
—¡Sí!
- exclama Mery contenta.
Nos
ponemos a reír y a festejarlo, orgullosos de todo lo que hemos conseguido.
Decidimos volver a casa de la señora para explicarle todo.
No
encontramos a nadie, ni un zombi por el camino, un escalofrío recorre mi
cuerpo, no sé por qué tengo esta sensación tan rara.
—No
hay nadie - dice Fran al entrar primero.
Me
giro al oler los medicamentos de los contenedores de aire. Está funcionando.
De
repente, la hija de la señora se abalanza contra Fran, mordiéndole la nuca y
quedándose con la mitad de carne en su boca. Este cae muerto en el suelo.
La
señora se empieza a reír en la oscuridad de la entrada de la casa.
—No
pensé que lo haríais sin ningún tipo de duda - nos dice entre carcajadas.
Mi
cuerpo empieza a notar una especie de ardor que hace que no me pueda mantener
de pie. Veo a los demás desplomarse como yo, aún conscientes.
Amelia
desaparece en las sombras de la casa, parece que ya no le atraemos.
—Este
medicamento es para crear al zombi definitivo, todo humano vivo que respire
este aire se convertirá en uno de los más fuertes zombis que haya existido - nos informa mientras camina hacia nosotros
con una máscara de gas puesta.
—Ahora
vosotros vais a ser mi experimento.
—¿Por...
por... por qué? - consigo preguntar casi
sin aliento.
—Vaya,
veo que eres el único consciente.
Miro
por el rabillo del ojo a los demás, están con convulsiones y a mí no me debe
faltar mucho.
—Eres
muy interesante - dice mientras se quita
la máscara.
Empieza
a nublarse mi vista, estoy mareado, aunque, aún consciente, no me quedan
energías.
—Te
lo explicaré - continúa con un tono de
superioridad - cuando os vi supe que haríais cualquier cosa que os dijera,
por eso empecé a gritar, para llamar vuestra atención. El Estado decidió
echarme porque yo cree las primeras dosis.
Todos
decían que estaba loca, pero cada vez que me adentraba en este mundo y veía
como se producían cambios en los humanos, más apasionada estaba.
Cuando
se enteraron de que lo probé con mi hija por robar una de esas dosis,
decidieron evacuar, ya que, algunos de ellos también tenían síntomas y ninguno
sabía de una cura, lo había preparado todo al milímetro.
Apenas
la puedo oír, la noto muy lejana, pero sé que está justo en frente de mí.
—Antes
de hacer nada, cree una especie de inmunidad, que es el frasco que os he
enseñado antes, a mí no me atacareis, no sabréis ni que existo, los débiles
morirán por sí solos, cuando lleguen en estado de putrefacción y vosotros
seréis mi …
Mis
ojos sin vida se cierran solos, mi cuerpo comienza a convulsionar y mi mente se
apaga progresivamente a cada latido del corazón más débil.
Me
muero.
FIN
Fuente:
Inkspired.
Cuento corto
escrito por: Carolina Bueno Rivera.
Correcciones y edición final: Jarl Asathørn.