jueves, 23 de octubre de 2025

Gargouille

 


«El sudor le empapaba la frente, pegándole el cabello a la piel. Mark se despertó de golpe, el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. La oscuridad de la habitación era espesa, pero el reloj digital en la mesita de noche, con sus dígitos rojos, le indicaba que eran las 03:06. El verano, implacable, se había instalado en la ciudad, y el calor, inusual para la hora, se sentía como una mano pesada sobre su cuerpo.

 

—¡Maldita sea, no puedo dormir! - expresa molesto Mark.

 

Se levantó, sintiendo la humedad de las sábanas bajo sus pies. La necesidad, un impulso inexplicable, lo obligó a moverse. Caminó hacia la ventana y la abrió de golpe. El aire, denso y caliente, entró en la habitación, pero lo que más le impactó fue el cielo. Un rojo intenso, como si el sol estuviera a punto de explotar, teñía la noche.

Sin saber por qué, se vistió. Un pantalón de mezclilla, y una camiseta negra y vieja.

Salió a la calle. El silencio era sepulcral. Las arterias, normalmente bulliciosas a cualquier hora, estaban desiertas. Ni un solo auto, ni una sola persona. La quietud era tan profunda que casi se podía oír el zumbido del silencio.

 

Encendió un cigarrillo, la llama iluminando su rostro por un instante. Caminó, sin rumbo, sintiendo la extraña sensación de estar solo en el mundo. Llegó a una intersección y se detuvo, mirando a ambos lados. Nada. Absolutamente nada. La ausencia de vida era inquietante. Siempre había alguien, un trabajador madrugador, un trasnochador, un alma errante.

Pero no hoy, no en esta calurosa noche.

 

—Pe-pero qué mierda pasa, ¿Por qué no hay nadie en las calles? - articula en voz baja.

 

Un ruido, un crujido rasgando el silencio, lo hizo levantar la vista. Se sobresaltó, dejando caer el cigarrillo. La colilla rodó por el asfalto, perdiéndose en la oscuridad. Lo que vio lo dejó sin aliento.

 

—¡Qué mier--! - susurra sobresaltado.

 

Una criatura, enorme, negra como la noche, surcaba el cielo. Alas membranosas, como las de un murciélago gigante, se extendían y se contraían con cada aleteo. Su cuerpo, grotesco, recordaba a una gárgola, pero con una ferocidad que helaba la sangre. Lanzó un sonido agudo, un chillido que resonó en la cabeza de Mark, haciéndolo tambalearse.

El miedo lo invadió. Se agachó, buscando refugio en la sombra de un edificio. La criatura, con una agilidad sorprendente, se dirigió hacia el cielo, desapareciendo entre las sombras rojizas. Mark, temblando, se atrevió a mirar. La criatura se había posado en lo alto de la catedral, recortándose contra el cielo infernal.

 

—¡Esto no puede real! - balbucea mientras enfoca su mirada a lo alto.

 

Intentó ver si alguien más había sido testigo de lo que él había contemplado, pero las calles seguían desiertas.

Nadie. Absolutamente nadie.

Se arrastró, pegado a la pared, intentando no ser visto. La gárgola, inmóvil por un instante, abrió sus alas de nuevo, como si estuviera contemplando algo a la distancia. Luego, con un movimiento brusco, se lanzó al vacío.

 

Mark, impulsado por una mezcla de terror y curiosidad, corrió tras ella. La criatura se movía con una velocidad increíble, y Mark, sin aliento, luchaba por seguirla. Corrió varias cuadras, sintiendo el ardor en los pulmones, el dolor en las piernas.

Llegó a una avenida, donde un parque se extendía a lo largo de la calle. Allí, la vio. La gárgola, en medio del parque, se abalanzaba sobre algo. 

Mark, horrorizado, se detuvo.

Una persona, un hombre, intentaba escapar. Sus gritos, ahogados por el terror, se perdían en la noche. La gárgola, con una ferocidad inhumana, lo destrozaba, era un festín de horror. Sus dientes, afilados como cuchillos, desgarraban la carne. La sangre salía a borbotones, tiñendo el cemento de un rojo oscuro.




Mark, incapaz de soportar la visión, se arrodilló y vomitó. El olor a sangre, a muerte, le revolvió el estómago.

 

—¡No, no, no… es una pesadilla, es una pesadilla, esto no puede ser real!

 

De pronto, un camión negro, sin identificación, se detuvo cerca. De él, descendieron hombres vestidos con túnicas oscuras, eran sacerdotes. Cantaban una melodía gutural que parecía controlar a la criatura. La gárgola, obediente, dejó a su presa y emprendió el vuelo, lanzando chillidos agudos.

Los hombres, con una frialdad escalofriante, recogieron el cuerpo destrozado y limpiaron la escena. En pocos minutos, todo rastro de la masacre había desaparecido. Mark, petrificado, no podía creer lo que estaba viendo.

 

¿Qué era todo aquello?

¿Estaba realmente en una pesadilla o la realidad lo abofeteaba en cara sin misericordia?

 

Mark, de la impresión, de su mal dormir y del malestar cae desmayado en un pozo profundo del mundo astral.

Al día siguiente, los noticiarios informaron sobre el hallazgo de un cadáver destrozado fuera de la ciudad. Al parecer, un hombre había sido atacado por lobos. La policía inició una cacería.

El nombre del fallecido, según los informes, era un joven llamado Mark Northway. La hora de la muerte, estimada por los forenses, era alrededor de las 03:30 de la madrugada».




 

Mini cuento de horror creado por: Jarl Asathørn.

Imágenes creadas con AI.