«... cuando nada quede... la naturaleza seguirá su maravilloso
curso.
... los vientos fríos recorrerán los campos, las estepas, las
montañas y cerros, barriendo el polvo humano.
... cuando nada quede... el silencio será el llanto de las almas
que quedarán atrapadas en el mundo invisible, añorando la antigua vida que no
supieron amar de verdad.
... cuando se rompa ese silencio será porque los rayos de Thor
caerán como la furia de dioses sobre la gleba pisoteada y violada por los
hombres de verde.
... los truenos quebrarán el aire, como resoplo de gigantes de
otros mundos. Y las especies que sobrevivan temblarán como las hojas de otoño.
Llegará el invierno y el níveo manto cubrirá la extensión de
este mundo... y cabalgarán en corceles negros las parcas que se llevarán lo
poco que respire y que ande.
... cuando nada quede... los ríos llevarán sus aguas a los mares
sin la muerte ácida de las oxidadas industrias.
Las especies florecerán y la vieja vida de eones seguirá su
curso lógico, de vida y de muerte.
... cuando nada quede... las tormentas y vientos huracanados limpiarán
de una vez por todas la otrora y siniestra huella del hombre...
... que nada quede...
... que nada quede...
Será el eterno olvido de esta especie, flotando por la extensión
terrestre.
Será solo polvo cósmico en un edén verde de entropía natural,
ante los ojos de los dioses».