«Ser o no ser, esa es
la cuestión.
¿Qué es más digno para
el alma, sufrir
los golpes y dardos de
la insultante fortuna,
o tomar las armas
contra un mar de calamidades
y haciéndoles frente
acabar con ellas?
Morir... dormir, nada
más. Y con un sueño
decir que terminamos
con la congoja
y los mil conflictos
naturales
que constituyen la
herencia de la carne,
es una consumación que
bien merece
ser anhelada. Morir,
dormir...
dormir, tal vez soñar.
Sí, ahí está el problema.
Pues en ese sueño de la
muerte,
¿qué sueños vendrán
cuando nos hayamos
librado del tumulto de
la vida?
Esa es la reflexión que
da infortunio
a tan larga existencia.
Pues, ¿quién podría
soportar los azotes y burlas
de este mundo, el
agravio del opresor,
la afrenta del
orgulloso, las punzadas
del amor despreciado,
las demoras de la justicia,
la insolencia del
poder, y las vejaciones
que el mérito paciente
recibe del hombre indigno,
cuando él mismo podría
procurar su descanso
con un simple puñal?
¿Quién querría cargar
con fardos, gruñendo y sudando
bajo el peso de una
vida abrumadora,
si no fuera por el
temor de algo tras la muerte,
ese país desconocido de
cuyos confines
ningún viajero regresa,
que confunde la
voluntad,
y nos hace soportar los
males que tenemos,
antes que volar hacia
otros que desconocemos?
Así, la conciencia hace
a todos cobardes,
y así el matiz nativo
de la resolución
queda desvaído en el
pálido tinte del pensamiento,
y empresas de gran peso
y momento,
con tal reflexión,
tuercen su curso
y pierden el nombre de
acción».
Fuente:
Significados.com
Hamlet: III
acto, escena I. Traducción de Leandro Fernández de Moratín.
Portada
creada con AI /Idea de: Jarl Asathørn.
Edición final: Jarl Asathørn.

