«Es un mundo
que parece respirar con dificultad, donde la paz se asemeja a una anorexia y
las manipulaciones, los odios y las guerras exhiben una obesidad mórbida, los
vientos soplan con un hedor rancio.
Los mares,
como tiburones hambrientos, ya perciben el olor de la sangre. Los mares de
vidrio se sacuden en sus cimientos, como las ramas de los viejos robles
gigantes en épocas pretéritas.
La gleba,
expectante, aguarda, mientras la madre naturaleza ruge con furia,
manifestándose a través de sismos, inundaciones y desastres que nos recuerdan
nuestra fragilidad.
Este es el
retrato de un mundo sumido en una parálisis constante, asfixiado por el mal,
conducido por las élites y aprisionado por la tecnología.
Las
campanas, antaño símbolos de esperanza y guía, han sido silenciadas, ocultando
la presencia de entidades con escamas, seres que se mueven en las sombras,
tejiendo sus redes de control y dominación.
Cuando las
hienas, carroñeras y oportunistas, lo dominan todo, es porque el león yace en
silencio, herido o postrado.
Hemos sido
despojados de lo mejor que poseíamos, de la esencia misma de nuestra humanidad.
Las viejas construcciones, testigos mudos de un pasado tartárico glorioso, nos
recuerdan lo que fuimos y lo que perdimos.
En un tiempo
no muy lejano, lo teníamos todo: energía libre, la capacidad de acceder al
éter, esa fuente inagotable de conocimiento y poder que se extendía por toda la
extensa, fija e inamovible Tierra. Pero la maldad, con su astucia y crueldad,
se apoderó de este mundo, transformándolo en una mega prisión, un escenario
donde los monstruos, en sus múltiples formas, reinan y dictan las reglas.
Este mundo,
que una vez fue un paraíso, se ha convertido en un reflejo de nuestras propias
tinieblas.
Las sombras
sepultaron todo y la muerte de otro mundo hoy lleva el nombre de historia.
La verdad se
diluye, el odio crece, la manipulación y las mentiras siguen floreciendo en
esta gran necrópolis de almas pedidas.
En este
escenario desolador y lúgubre, la esperanza sigue siendo una quimera. Pero, ¿es
realmente así?
¿Estamos
condenados a vivir en este mundo siniestro, o existe una posibilidad de
redención? La respuesta, como siempre, reside en nosotros mismos, en nuestra
capacidad de lucha.
¿Esta opaca
y pálida humanidad podrá despertar de este letargo mortal, romper las cadenas
de la manipulación y la opresión? Al parecer no.
¿Recuperarán
—los humanos— la capacidad de pensar por ellos mismos, de cuestionar las
verdades establecidas, de buscar la verdad y la justicia?
¿Podrán
reconstruir los lazos de solidaridad y cooperación, de amor y compasión, entre
tanta inmundicia y dolor?
Es un mundo
que muere lentamente, en medio de brillantes luces que ciegan las mentes.
Execrados en esta burbuja, solos, sin compañía divina.
La maldad es
dueña de este mundo peligroso y cruel, de esta eterna cárcel donde debemos
convivir con monstruos, hienas, demonios y sombras.
… es una
sempiterna oscuridad sin dimensiones».
Escrito por:
Jarl Asathørn.
Portada
creada con AI.

