martes, 16 de septiembre de 2025

Verdensdystopi



Vivimos tiempos oscuros, amigos. Un torbellino de caos y desesperanza que nos arrastra sin piedad. La realidad, esa que antes creíamos conocer, se ha transformado en un espejo deformante, reflejando una imagen grotesca de lo que fuimos y de lo que, lamentablemente, nos estamos convirtiendo.

Todo es amargo y siniestro debajo de esta cúpula prisión y la humanidad sigue sin salir de las lúgubres cavernas. La vida del semejante no vale nada. Los criminales tienen más derechos que las personas que trabajan. Nos gobiernan seres incultos, marionetas sin cabezas.

 

Benjamín Netanyahu, con su sed de sangre insaciable, se erige como un verdugo implacable. Sus manos, manchadas de sangre inocente, perpetúan un conflicto que parece no tener fin. La paz, esa quimera que anhelamos, se desvanece ante la brutalidad de sus acciones. La muerte, el sufrimiento, el dolor, son el pan de cada día en un territorio asolado por la guerra.

Netanyahu es el símbolo del sionismo más oscuro, febril y brutal, un títere que regala muerte a manos llenas, llenando ataúdes con inocencia y al mismo tiempo está creando generaciones termocéfalas llenas de resentimiento que seguirán perpetuando el odio y la beligerancia.

Y qué decir de aquellos que, en nombre de una fe retorcida, asesinan a todo aquel que no comulga con sus creencias. Musulmanes fanáticos, cegados por un dios nefasto, siembran el terror y la muerte a su paso. La intolerancia, el odio, la violencia, son las armas que utilizan para imponer su visión del mundo. Un mundo donde la razón y la compasión no tienen cabida. Son bestias desalmadas que escupen blasfemias y vomitan sangre, todo para imponer una tiranía digna de monstruos infernales que comulgan con la pederastia y las mentiras.

 

Donald Trump, con su ego desmedido y su mente perturbada, despliega su locura ante nuestros ojos atónitos. Se cree un salvador, un mesías, cuando en realidad es un peligro para la humanidad. Sus delirios de grandeza, sus mentiras descaradas, sus políticas destructivas, nos acercan peligrosamente al abismo. Un abismo donde la cordura y la sensatez han sido desterradas. Impone a la fuerza un Nuevo Orden, mientras desmiembra la libertad. El policía del mundo llenando su retrete con las leyes del mundo.

 

Los izquierdistas, otrora defensores de la justicia social, se han transformado en los nuevos terroristas. Sus ideas radicales, sus métodos violentos, su afán de destruir todo lo que consideran «burgués", nos recuerdan a los regímenes totalitarios del pasado. La libertad, la democracia, el respeto a la individualidad, son valores que pisotean sin el menor remordimiento. Esclavos de la inoperancia, fieles serviles a ideas obsoletas, ciegos que rebuznan por todo para mostrarse como idealistas soberbios que aman el caos y el desorden. Entes rojos que propugnan el odio y que sirven a ideologías oscuras dignas del infierno.

 

Y en este circo macabro, los transgéneros, en su afán de reivindicar sus derechos, buscan asesinar niños y destruir familias. Una causa grave, mentirosos infames, monstruos ‘bafométicos’, que buscan sembrar el odio y la división. La manipulación, la desinformación, la propaganda, son las herramientas que utilizan para socavar la confianza en las instituciones y en la sociedad, todo bajo el alero de la iglesia LGBTQ, institución infame de los pervertidos.

 

Vladimir Putin, con su torpeza y su ambición desmedida, desata conflictos gratuitamente. Sus acciones, guiadas por la paranoia y el afán de poder, han sumido al mundo en una nueva Guerra Fría. La diplomacia, el diálogo, la negociación, son palabras que no existen en su vocabulario. La guerra, la destrucción, la muerte, son sus únicas opciones. Un ególatra mediocre y enfermo que solo busca su perpetuidad en el poder, algo institucionalizado por el comunismo de todos los sabores.

 

Y Volodímir Zelenski, mientras el pueblo ucraniano sufre y muere, engorda su billetera personal. Un oportunista que se aprovecha de la tragedia para enriquecerse. La corrupción, la avaricia, la falta de escrúpulos, son sus señas de identidad. La muerte, el sufrimiento, la destrucción, son el precio que paga su pueblo por su ambición desmedida. Limosnero desvergonzado que se nutre de la esclavizada Europa.

 

¿Y qué nos queda? ¿Qué futuro nos espera? Un futuro sombrío, sin duda. Un futuro donde la esperanza se ha desvanecido y la desesperanza reina. Un futuro donde la guerra, la violencia, el odio, la intolerancia, son la norma. Un futuro donde la humanidad se autodestruye. Donde se pisotean los viejos valores.

 

La tecnología, en lugar de ser una herramienta para el progreso, se ha convertido en un arma de control y manipulación.

Las redes sociales, en lugar de conectar a las personas, las han dividido y polarizado.

La información, en lugar de ser un instrumento para la verdad, se ha transformado en un arma de desinformación y propaganda gracias a los medios de manipulación masiva y a grupos de poder que se infiltran y se disfrazan de libertarios para colocar mentiras y acabar con quienes buscan informar lo que se oculta.

La educación, en lugar de formar ciudadanos críticos y reflexivos, se ha convertido en un adoctrinamiento ideológico, y aquí priman los profesores que manipulan las mentes en formación para enseñar su agenda izquierdista, progresista y homosexual.

Los medios de comunicación, en lugar de informar con objetividad, manipulan la información para servir a sus propios intereses y seguir los mandatos de quienes les pagan para mentir.

La política, en lugar de ser un servicio público, se ha convertido en un negocio corrupto donde el ciudadano no importa, solo es un instrumento para sus ambiciones desmedidas.

La sociedad, en lugar de ser un espacio de convivencia y respeto, se ha transformado en un campo de batalla, en un terreno de caza.

La individualidad, en lugar de ser valorada, es reprimida.

La libertad, en lugar de ser protegida, es amenazada.

La igualdad, en lugar de ser una realidad, es una utopía.

El planeta, en lugar de ser cuidado y protegido, es destruido, monetizado.

El cambio climático es la falacia del momento para dar paso a tecnologías «descontaminantes» que son más peligrosas. La contaminación es un cáncer que nos entregan los países más grandes.

La deforestación es para que grandes empresas se llenen los bolsillos de dinero.

El futuro, en lugar de ser prometedor, es incierto.

 

¿Qué podemos hacer?

¿Cómo podemos cambiar el rumbo de la historia? La respuesta es simple: no podemos. Estamos condenados. La humanidad, en su afán de autodestrucción, ha llegado demasiado lejos. No hay vuelta atrás. El final está cerca.

 

La distopía es inevitable.

El mundo que conocíamos ha muerto. Y con él, también la esperanza.

 

 

Fuentes:

Imagen de la portada: computerhoy.20minutos.es

Artículo escrito por: IAn «Ülveer» Moone

Agregados: Jarl Asathørn.

Edición final: Jarl Asathørn.