Bienvenidos
nuevamente a este espacio donde reciclo lo mejor de la web, en este caso, lo
que yo considero interesante de leer. Esta vez «Rezyklon» te comparte nueve
cuentos cortos de terror inspirados en sucesos reales.
EL MUERTO
La
parálisis del sueño es algo que me sucede desde los 14, por lo general solo era
la sensación de no poderme mover y estar consciente al respecto.
Una
de tantas veces pude escuchar como alguien entró a mi cuarto y comenzó a
abrazarme hasta lastimarme la espalda. Me asusté mucho porque eso no era
«normal» dentro de lo que ya me había pasado antes. Empecé a tratar de soltarme
pero mientras lo intentaba sentía como, lo que sea que estaba ahí, se enojaba y
me gruñía. Cuando al fin pude moverme, sentí un escalofrío en todo mi cuerpo y
me dolía muchísimo la espalda.
Aún
tengo parálisis del sueño y no he tenido una experiencia igual a esa, sigo
tratando de entender qué sucedió esa ocasión.
MI HERMANO QUIERE JUGAR
Cuando
tenía unos 8 años, me gustaba mucho jugar con Mega Bloks; armaba grandes
torres, para luego derrumbarlas. Una de esas veces, ya habiendo tirado otra de
mis torres, me aburrí de estar en mi cuarto y fui a pedirle permiso a mi mamá
para salir a jugar. Ella me dijo que me dejaría una vez que recogiera los
bloques que había dejado en el piso, entonces yo me giré para regresar a mi
cuarto, pero me detuve porque mi hermano, de 5 años estaba en mi cuarto,
recogiendo los juguetes por mí.
Había
encendido la luz, estaba callado y se veía muy concentrado en lo que hacía.
Volteé con mi mamá otra vez, y le dije, «Ah, mi hermano ya lo está haciendo por
mí,» a lo que ella se asomó, observó mi puerta muy desconcertada por un par de
segundos, y dijo: «Ahí no hay nadie. Tu hermano está afuera, jugando.» Volví a
mi cuarto y vi que, en efecto, no había nadie; ahora la luz estaba apagada, y
los juguetes seguían en el suelo. Sí se me hizo extraño, pero decidí ignorarlo,
recoger y simplemente salir…
LA SEÑORA DE LOS BESITOS
Cuando
tenía 4 o 5 años en un baño de mi casa veía a una señora, «la señora de los
besitos», y le platicaba a mis papás de ella. Mi mamá pensaba que era una
historia que me contaba mi papá y viceversa, hasta que se les ocurrió preguntar
uno al otro qué onda con ese cuento, sólo para orinarse de miedo al enterarse
que no era invento de ninguno de ellos.
Por
cierto, cuando llegaron a esa casa mi mamá se sacó de onda porque atrás de
TODAS las puertas de la casa había una postal católica o un crucifijo. La
«señora de los besitos» tenía el cabello largo y oscuro y usaba un vestido
largo, afortunadamente no me acuerdo de ella pero ese baño siempre me dio
pánico y la casa en general era rarísima, siempre pasaban cosas muy extrañas.
Otro
usuario le preguntó a Sebastián ¿por qué la llamaban «la señora de los
besitos»? A lo que él contestó: «Mi mamá dice que cuando me preguntó le dije,
como si fuera obvio, «pues porque da besitos».
EL BEBÉ QUE NO DEJABA DE LLORAR
Tuve
mi tercer hijo y todo iba bien hasta que cumplió tres semanas de nacido. Empezó
a vomitar mucho cada vez que le daba su leche. Pasó una semana así y lo llevé
al doctor quien le dio una medicina para controlar el problema. Regresamos a
casa y me quedé despierta, preocupada y pensando mucho en mi bebé. Eran como
las 2 a.m. y me puse lavar y secar ropa. De repente escuché niños llorando pero
el bebé estaba en su cunita y en los cuartos de los niños, nada… todos bien
dormidos.
Regresé
a la sala cuando lo escuché otra vez, y le pregunté a mi esposo, quien estaba
en el mismo cuarto con el bebé que si había llorado el niño, él contestó que
no. Me quedé entre el pasillo de la casa donde están los cuartos de los niños
para ver qué estaba pasando. En eso escuché a una mujer llorando en la sala, lo
hacía con mucha tristeza y desesperación. Me quedé totalmente fría y paralizada
en el pasillo, pero algo dentro de mí me dijo que llevara al niño al hospital.
Ya
eran casi las 4 a.m. Me lo llevé y le hicieron exámenes pero cuando el doctor
llegó con los resultados me dijo que tenían que llevarlo a otro hospital a
hacerle una cirugía en la panza. Y que si hubiera esperado más tiempo él
hubiera muerto. No sé qué estaba pasando en mi casa pero mi mamá dice que era
un ángel avisándome.
EL MONJE CHINO
Cuando
vivía en China, una vez me enojé muchísimo con mi ahora ex. Me salí de los
departamentos donde vivía y me fui a caminar a una montaña cercana que tenía
una especie de templo en la parte más alta. Siempre iba a ese lugar a olvidarme
de todo, porque nunca había gente y la vista era hermosa. Ese día ya era de
noche y no se veía nada, pero no sabía a dónde más ir a llorar, así que con la
luz de mi celular recorrí toda la montaña hasta que llegué al templo.
Me
acurruqué en una banca de madera muy vieja y lloré hasta quedarme dormida.
Entre sueños escuché los pasos de alguien entrando al templo, y sentí como se
sentó a mis pies en la misma banca y puso su mano en mis pies. Apenada me paré
de golpe para disculparme por haberme dormido allí, pero al incorporarme no
había nadie. Nunca he sentido tanto miedo y tanta paz al mismo tiempo. Después
de contarles la historia a mis amigos chinos me dijeron que nadie subía allí
por esa misma razón.
LA LLORONA
La
casa de mis abuelos paternos no es muy grande, pero los patios sí lo eran, en
especial el de atrás porque mis tenían una mini granja para uso personal.
Detrás de eso estaba la construcción en obra negra de casa de una de mis tías y
luego un plantío de magueyes de mi abuelo. En esa zona tenía un baño viejito de
madera, donde todo iba a dar a un riachuelo que pasa por atrás. Ahí estábamos
mis primos, mis hermanos y yo, éramos como ocho personas de entre 7 y 16 años
jugando entre los magueyes.
En
eso me dieron ganas de hacer y fui al baño, la puerta no cerraba bien así que
mis primos estaban sosteniéndola, cuando estaba lista para salir del baño el
ruido de risas y juegos se detuvo en seco por un grito aterrador. Me congelé,
todos salieron corriendo y aún se oía ese horrible grito.
Cuando
al fin pude moverme empujé la puerta para salir corriendo pero entré en pánico
cuando vi que la puerta no se abría por más que la empujara, no tenía pestillo
ni nada pero no abría. Sólo habían pasado como 5 segundos y el grito seguía
escuchándose, sentí un frío aterrador desde mi espalda que atravesó mi pecho y
cubrió todo mi cuerpo mientras yo pegaba en la puerta, la empujaba y gritaba,
pensé que me iba a morir ahí.
Cuando
al fin pude abrir la puerta y salir corriendo llegué hasta el patio y encontré
a todos mis primos pálidos, algunos lloraban pero yo sólo sentía un nudo en el
pecho. Ese grito dejó de escucharse, nos asomamos al pasillo que nos llevaba
hasta los magueyes y vimos una silueta blanca flotando en el arroyo, siguiendo
el curso del agua. El abuelo nos dijo más tarde que esa había sido La Llorona y
que él ya la había visto y oído. Nos advirtió que no dejáramos que nos viera de
frente o podríamos morir del susto. Nunca volvimos a jugar en esa zona.
LA MANO
Un
día cuando tenía unos 16 años y estaba con mi familia terminando de cenar,
todos se quedaron en el comedor pero yo quise subir a ver la tele. Cuando iba
subiendo las escaleras sentí una mano enorme y rasposa que me jaló del tobillo
e hizo que me cayera. Grité y todos vinieron, yo estaba llorando como loca, mi
papá buscó por todos lados y no había nada.
Nos
subimos al cuarto y de la puerta se veía hacía la calle, en la esquina vi una
mujer joven con una bata blanca y con el cabello largo y rizado pero no se le
veían los pies, era como si estuviera flotando. Pegué un grito de terror, no
sabía qué pasaba pero mi hermana mayor corrió, me abrazo y me dijo que ella
también la había visto. Me quedé dormida llorando.
12
años después sigo subiendo las escaleras de mi casa corriendo.
EL ABRAZO
Cuando
vivía en mi ciudad natal me mudé de casa unas cinco veces antes de terminar en
un lugar permanente. Una de esas casas tenía dos pisos y yo era la única que
dormía en el cuarto de abajo. Una noche mi perro empezó a ladrar y se metió
corriendo a mi cuarto, le ladraba a la puerta y no se le quería acercar para
nada, me saqué de onda y revisé, pero no había nadie, así que decidí dormir.
Momentos
después me desperté sintiéndome incómoda, extraña y, sin motivo alguno, empecé
a sentir mucho miedo. Me acurruqué de lado intentando dormir cuando, de pronto,
sentí a alguien abrazándome y no podía moverme ni gritar. Sólo cerré los ojos con
fuerza y pensé en todos los rezos que me sé hasta que me quedé dormida. Nunca
supe quién me abrazó o que fue lo que pasó.
EL SILBIDO
Un
día estaba haciendo tarea en la cocina en la madrugada cuando algo raro
ocurrió. Escuché el grito de un señor, no entendí lo que dijo y pensé que tal
vez era algún borracho de la calle así que lo ignoré. Pasó un rato y empecé a
escuchar a lo lejos un silbido que entonaba una melodía que no había escuchado
antes, lo volví a ignorar pensando que quizá venía de la calle o de la casa de
mis vecinos, pero empecé a escucharlo cada vez más cerca.
Traté
de no prestarle mucha atención, no era la primera vez que pasaban cosas rara en
esa casa, pero el silbido se acercaba cada vez más. De pronto se detuvo y lo
siguiente que escuché fue que abrieron la puerta para bajar las escaleras y
unos pasos pesados como los de un hombre que traía botas.
Regresó
el silencio y cuando me tranquilicé, escuché el mismo silbido cerca de mi oído
y una mano estaba recargada en mi hombro, me paralicé del miedo que sentí y
cuando reaccioné sólo pude llamar a mi papá que fue corriendo con preocupación
hacia mí.
Le
conté lo que había pasado y fue a inspeccionar la puerta conmigo, estaba
abierta pero esa puerta nunca estaba abierta, la cerró y cuando íbamos bajando
vio que en el escalón había una huella de un animal y me dijo que me fuera a
dormir. Ya no he vuelto a escuchar ese silbido inolvidable, pero la mano me
dejó un recuerdo, cada vez que volteo a mi hombro siento que la veo, aunque sé
que no es real.
Fuente:
yaconic.com