«Es lo evidente, aquello que se plasma en las
sombras de la luz irreal…
Es esto lo que veo, oscuridad, sepulcros que
aparentan hogares, cuerpos sin vida que cantan a los profundos, ideas creadas
de vómitos, pensamientos defecados del umbral por el guardián de esos lóbregos
lares.
Es lo evidente, lo que no ven... la respuesta a
las preguntas.
Espantapájaros que fingen liderazgos, muertos que
dictan las leyes, parásitos de la sangre que fingen virtudes mientras derraman
sus copas sobre sus hijas y seudos servidores de dioses que fornican en
secreto.
Todo se muere a mí alrededor.
El cielo sigue llorando veneno.
Los mares continúan entregado alimentos negros, con
contenido atómico.
La tierra se viste de viejo faraón, pero falta la
tumba final.
La madre desfallece... agonizante.
Es lo evidente... lo real, aquello de lo que
escapan...
La muerte ya no huye.
Las parcas siguen cabalgando, esperando el
holocausto de los servidores de la estrella celeste.
Desaparecen los bosques ante la mirada fría de
los entes vestidos de verde.
Los amaneceres siempre son eternos otoños.
El invierno permanece silente.
Ya no es la realidad, es el limbo humano.
Ya la morte no significa nada en un mundo sin
belleza.
Es todo... ¿Tan evidente?
Los ciegos siguen en el carnaval del tuerto, en
el palacio de Eósforo...
... las horcas están deseosas de carne...
... hay tanta hambre y podredumbre...
Y todos siguen bailando felices, mientras la
noche de los tiempos devora la sapiencia y la cordura...
Hay que amputar los brazos del destino siniestro.
Hay que sellar con cera los gritos de quienes
alaban a los ausentes.
Hay que desterrarse de la manada miserable.
Es lo evidente, lo que no ven...
… es el fatídico «TODO» la ausencia,
Y la ausencia es la reflexión… llena de lágrimas
que sanan, llena de fatalidad desoladora que enseña…
Todos caerán y todos perecerán… porque ya no hay
belleza en este mundo».