«En la gélida
entraña austral del mundo,
donde el
viento esculpe un destino iracundo,
Magallanes
emerge, un reino sombrío,
bajo el manto
de nieve, un lamento frío.
El invierno,
cual rey de hiel y tiniebla,
extiende su
dominio, su garra implacable.
En cada copo,
un alma que tiembla,
En cada
sombra, un recuerdo inestable.
El misántropo
errante, en su propio dolor,
busca refugio
en cuevas de piedra y soledad.
Rehúye el
contacto, sintiendo pavor,
a la falsa
calidez de la sociedad.
La nieve cae
constante, un sudario blanco,
cubriendo la
tierra, borrando memorias.
Un paisaje
inhóspito, sin franco,
donde la vida
lucha por ganar victorias.
El frío
penetrante, un azote cruel,
calando los
huesos, robando el aliento.
Una sensación
gélida, como fiel
compañera en
este desolado momento.
Las estrellas
brillan con fría intensidad,
en la noche
oscura, sin luna que guíe.
Una visión
hermosa, de fría verdad,
que el alma
del misántropo siente, no se fíe.
El viento
aúlla, un lamento continuo,
a través de
los valles, las cumbres heladas.
Un eco
constante, un desafío arduo,
para aquellos
que habitan estas tierras sagradas.
La oscuridad
se cierne, un abrazo profundo,
ocultando los
secretos que el hielo resguarda.
Un misterio
eterno, oculto, fecundo,
en la entraña
misma de la naturaleza tarda.
El misántropo
observa, con ojos cansados,
La danza del
invierno, su cruel sinfonía.
Siente la
tristeza en sus sueños clavados,
buscando en
el silencio su propia armonía.
El mar,
embravecido, golpea la costa,
con olas
gigantes, de espuma y furia.
Un poder
salvaje, que nunca se agota,
en esta
tierra austral, de eterna injuria.
Pero en la
crudeza, una belleza reside,
en la fuerza
indómita de la naturaleza.
En el alma
que lucha, aunque el dolor la mide,
y encuentra
en el silencio su noble pureza.
Aunque la
nieve cubra el horizonte,
y el frío
cale hondo en el corazón,
un espíritu
fuerte siempre responde,
a la llamada
ancestral de esta región.
Magallanes
invernal, tierra de leyenda,
donde el
hielo y la soledad se entrelazan.
Un paisaje
épico que a la nada ofrenda,
un canto de
misantropía que jamás se aplaza.
Y al final
del invierno, cuando el sol renace,
una nueva
esperanza surge en el suelo.
El misántropo
observa, con paz y audacia,
el ciclo
eterno, que vuelve a ser consuelo».
[Cristian
Pablo Totievaseb]
Edición final: V.D.M.