Efectos
secundarios
Marisol caminaba hacia la residencia de ancianos donde
trabajaba de enfermera. El viento que soplaba esa noche jugaba con su cabellera
larga y negra, más Marisol no le prestaba atención, pues iba sumida en sus
pensamientos. Le preocupaba el efecto negativo que pudiera tener el medicamento
experimental que estaban suministrando a los residentes.
Llegó al lugar. Mientras cerraba con llave prestó atención a
un sonido; era la televisión del salón, aún estaba encendida.
Al llegar al salón no había nadie, y vio que había mucho
desorden. Apagó la televisión, y en ese momento escuchó el zumbido de un motor
eléctrico: era la silla de ruedas de la señora Fernández. La anciana parecía
dormida, tenía la cabeza hacia un lado. La silla de ruedas avanzó hasta chocar
contra un sofá, rebotó hacia atrás y volvió a pecharlo.
- ¡Señora Fernández! -exclamó Marisol, y corrió hacia la
anciana.
Al apagar la silla notó que la mano de la anciana estaba muy
fría, y el brazo estaba algo rígido.
Extrañada, le tomó el pulso, no tenía, estaba muerta. Aún
sostenía la mano de la anciana cuando ésta abrió los ojos súbitamente, enderezó
la cabeza con un movimiento rápido y abrió la boca al tiempo que emitió un
grito espantoso. Seguidamente la anciana muerta intentó agarrarla lanzando
manotazos y se estiró con la intención de morderla, y sus dientes postizos
castañearon en el aire.
Tenía los ojos rojos, inyectados de sangre, y abría la boca
desmesuradamente al gritar.
Marisol, horrorizada, se apartó bruscamente. Entonces la
muerta se levantó de la silla y avanzó temblorosamente hacia ella, sin dejar de
dar manotazos al aire tratando de agarrarla.
«¡¿Qué es esto, Dios mío?!», pensó Marisol al ir
retrocediendo. Al girar rumbo a la puerta casi choca con un anciano que se
había acercado por detrás sin que ella lo notara. Éste también tenía los ojos
rojos, y había otros. Todos los residentes del lugar, convertidos en zombies,
avanzaban ahora hacia el salón, hacia Marisol, que al verlos dejó escapar un
grito de terror.
Todos estaban manchados de sangre: algunos iban masticando,
otros sostenían partes humanas y succionaban la carne e intentaban sacar trozos
sacudiendo la cabeza. Unos jirones de tela que todavía tenían partes blancas,
indicaban que aquellos restos eran del doctor del lugar y de la otra enfermera.
Marisol, completamente aterrada, retrocedió ante aquel grupo
de zombies; mas entre tanto terror pudo razonar igual: se acordó de la otra
salida y corrió hacia ella. Los zombies empezaron a seguirla, avanzando entre
gritos y gemidos.
Ya frente a la puerta buscó las llaves dentro del bolso. En su
apuro se le cayeron al suelo. Los zombies ya estaban cerca. El terror le
entorpecía las manos, no podía meter la llave. Cuando finalmente la abrió, uno
de los zombies ya estaba a su lado, y con un movimiento rápido le mordió el
brazo.
Marisol se deshizo del zombie de un empujón y consiguió salir,
aunque en su apuro dejó la puerta abierta.
Ya completamente dominada por el terror, lo único que atinó a
hacer fue correr hacia su casa, que estaba a unas cuadras de allí.
En su hogar estaban sus tres hijos y su esposo; estaban
mirando la televisión. Al escuchar que golpearon el esposo de Marisol se
levantó y fue a espiar por la mirilla de la puerta; ella miraba hacia abajo y
su cabellera negra cubría gran parte de su cara.
- ¡Marisol! ¿Qué te pasó? ¿Tuviste un accidente? -le preguntó
el esposo al abrir y ver el brazo ensangrentado.
Ella levantó la cabeza rápidamente; su piel morena ahora
estaba pálida, tenía los ojos rojos, y al abrir la boca lanzó un grito
espantoso y se abalanzó hacia su familia…
Después
de la batalla
Un humo tenue como niebla cubría el campo de batalla. Sobre lo
que hasta la mañana fuera una simple pradera, se desparramaban cuerpos de
soldados y caballos. A la distancia sonaban disparos de mosquetes; un bando
huía y el otro le daba caza.
Tendido sobre el pasto, boca arriba, estaba Oliver, herido en
una pierna, pero aún vivo.
Tras recibir un balazo cayó del caballo, quedando inconsciente
por el golpe recibido. Después de una hora de inconciencia las sensaciones
fueron volviendo a él lentamente. El olor a pólvora que inundaba el aire le
recordó dónde estaba. También escuchó pasos, y desde arriba llegaba el graznido
de los cuervos.
Abrió los ojos y ladeó la cabeza. Soldados de ambos bandos se
arrastraban por los pastos o caminaban lentamente, con los brazos colgando y la
boca medio abierta.
Oliver observó a uno de los soldados y se estremeció
súbitamente. Un sable lo atravesaba de lado a lado, y la punta salía a la
altura del corazón. Enseguida observó a los otros: Uno tenía un gran hueco en
el abdomen, otro un tajo que le abría el uniforme y la carne desde el hombro
hasta la cintura, mientras uno que no tenía piernas ni abdomen caminaba apoyado
sobre las manos.
Aquellos hombres no podían estar vivos, estaban muertos, aun así,
andaban: eran zombies.
Uno de los zombies lo miró, y abriendo más la boca lanzó un
largo gemido. Los que le daban la espalda voltearon y comenzaron a buscar con
la mirada. En un instante varios zombies iban hacia Oliver, abriendo más la
boca y extendiendo sus brazos o muñones como señalándolo.
Intentó levantarse, pero no pudo. Ya estaba rodeado
completamente y algunos ya se inclinaban sobre él, cuando de repente volvieron
a tronar los cañones, y enormes bolas de hierro silbaron por el aire, y los
zombies volaron hecho pedazos.
Oliver no salió ileso, pero no le importó; aquella muerte era
mejor que ser devorado por zombies.
Cerca de allí, un hombre observaba la devastación con un
pequeño telescopio; a su lado otro esperaba sus órdenes:
- Parece que eliminamos a la mayoría de los zombies -dijo el
que sostenía el telescopio-. Hay que ir y asegurarse. Recuerde: hay que
destruir el cerebro.
- Sí señor -dijo el que esperaba sus órdenes, haciendo una
seña después para que los demás hombres avanzaran.
Aquel grupo trabajaba en secreto. Lo habían formado luego de
que un puñado de soldados, muertos en un cementerio prohibido, se reanimaran
como zombies por causa de una maldición que protegía dicho cementerio.
Hasta ahora cumplían con su trabajo sin mayores
inconvenientes, pero pronto iban a enfrentar a su mayor desafío, pues todo un
ejército de zombies se había levantado en otro campo de batalla.
Fuente:
miedo666.es.tl