Petricor… soledad, frío y viento... ... ...
¿Saben que extraño?
… y esto viene desde hace tiempo.
Ya han pasado más de 390 días desde que fui a un campamento.
El reloj corre furioso.
… el aroma a leña transformándose en otra cosa…
… el frío nocturno que genera las ansias de un buen
whisky o vodka frente a una fogata.
… el frío vespertino que te abofetea el rostro
mientras escuchas suavemente la brisa o el canto de algún inocente hermano
menor en la copa de algún árbol.
… una buena charla sobre filosofía, letras, cine o mujeres.
… ranchear con ganas un buen pedazo de carne
acompañado en la mano con un “alcoholazo” fuerte o una simple birra.
… una caminata en la noche… entre oscuridades
tenebrosas.
… una mirada al cielo (si tienes la suerte de que esté
estrellado) para ver la inmensidad del espacio limitado por la vista.
Son cosas que se extrañan… y esa es mi verdad, porque,
para ser sincero,... ir de camping es escapar de la gente que te rodea, escapar de
las voces que te apestan, huir de la familia, de la pega, de lo que eres, es ahuyentar los demonios de la ciudad, es liberar las cadenas que te oprimen, de
las noticias negativas,... ... ... es escapar de todo lo conocido.
El bosque es un templo, es el refugio de la soledad de
quienes están hartos del mundo. Ir de campamento no es no llevar las falsas
alegrías ni las falsas risas… es genuflectarse ante la Madre Tierra y
ritualizar la llegada a casa.
… es beber junto a los ancestrales dioses vikingos, es
brindar por la vida y la muerte. Es compartir tu trago con el suelo, es brindar
respeto por quienes habitan en secreto los viejos bosques.
Ojalá pueda ir este año de “kamp” para sacarme de
encima toda la maldita realidad que nos muestran a diario. Para deshacerme de
todo lo que me contamina.
Quiero ir ¡Sí!...
Quiero huir.
Quiero escapar.
Ansío escuchar a los hijos de la Tierra.
Esta vieja foto es de un kamp del 2010..
... cuando éramos algo...
... cuando éramos algo...
... de izquierda a derecha: Boromhyrr, Satyrian y Jendzel.