El
aire nocturno cortaba como un cuchillo. La fogata, un débil desafío a la
oscuridad omnipresente, chisporroteaba agonizante. Javier, Christian y Viviana,
tres amigos que se conocieron en el sendero de la vida, se habían adentrado en
el Bosque de la Discordia buscando una escapada de la rutina, ignorando las
advertencias de los estancieros.
—«Es solo una leyenda, chicos», había
insistido Javier, el líder del grupo, un hombre corpulento y alto con una
sonrisa burlona. Christian, el más callado, había expresado sus dudas, pero la
insistencia de Javier y el deseo de aventura de Viviana lo habían convencido.
De
repente, un silencio sepulcral cayó sobre el entorno. Los sonidos del bosque
callaron, el viento dejó de susurrar entre los árboles. Solo el crepitar de la
fogata rompía el silencio, un sonido ahora amplificado y amenazante.
Fue
entonces cuando la vieron. Una luz, no como ninguna que hubieran visto antes,
se movía entre los árboles, danzando con una velocidad antinatural, de color
violeta. No era un farol, ni un fuego fatuo. Era algo... diferente.
—«¿Qué mierda es eso?», murmuró Viviana,
con la voz temblorosa. Javier, aunque intentaba mantener la compostura, tragó
saliva con dificultad.
—«Es-es un ¿OVNI?», responde con duda.
—«¡Javier, vámonos, puede ser peligroso!»,
agrega con voz temblorosa Christian, que al tiempo toma la mano de Viviana. Ella
lo mira, suelta su mano y avanza con lentitud hacia la oscuridad.
La
luz se acercó, aproximándose cada vez más al claro donde estaban acampando. Se
detuvo al borde del bosque, brillando con una intensidad cegadora. Luego, se
desvaneció.
El
silencio volvió a reinar, pero esta vez era un silencio cargado de
anticipación, de terror latente. Christian, pálido como un fantasma, señaló
hacia el río que corría cerca del campamento.
—«Allí... hay algo allí», susurró, con los
ojos muy abiertos.
Una
figura de unos 4 o 5 metros se alzaba junto al río, difuminada, como una sombra,
muy alta y delgada, irradiaba una sensación de maldad pura, de algo ajeno a la
realidad que conocían, algo extraterreno.
Javier,
impulsado por una mezcla de miedo y arrogancia, tomó su linterna y se dirigió
hacia la figura.
—«¡Quién mierda anda ahí! ¡Muéstrate!»,
gritó, con la voz intentando sonar firme.
La
figura no respondió. Simplemente se quedó allí, observándolos con una mirada
que parecía penetrarles el alma. El aire se vuelve casi eléctrico y un zumbido
extraño resuena en la cabeza de Javier.
De
repente, Javier gritó. Un alarido gutural, desgarrador, que heló la sangre a
Christian y Viviana. La figura junto al río se había acercado a él, y ahora
Javier se retorcía en el suelo, agarrándose la cabeza, sus ojos ensangrentados
eran una manifestación de algo horrible que destruía su cuerpo, desde adentro...
—«¡Javier! ¿Qué te pasa?», gritó Viviana,
corriendo hacia él. Christian, paralizado por el miedo, observaba la escena con
horror.
—«¡Vámonos de aquí Vivi, vamos, huyamos!»,
gritaba aterrorizado Christian.
La
figura se movió de nuevo, esta vez hacia Viviana. Antes de que Christian pudiera
reaccionar, Viviana también cayó al suelo, gritando y convulsionando. La figura
parecía absorber algo de ellos, una energía vital que los dejaba vacíos y
rotos.
Christian,
presa del pánico, huyó hacia el bosque, tropezando y cayendo entre las raíces
de los árboles. No sabía a dónde iba, solo quería escapar, alejarse de esa entidad
maligna, presa del pánico, jadeando con dificultad.
Corrió
durante lo que pareció una eternidad, hasta que cayó exhausto al pie de un
árbol. Se acurrucó allí, temblando y sollozando, esperando la muerte.
—«¡Esto no está pasando, esto no está pasando,
Dios, Dios, ayúdame!», murmuraba entre lágrimas Christian.
Pero
la muerte y la ayuda no llegaron. En cambio, la figura apareció frente a él,
observándolo con su mirada penetrante. Esta vez, sin embargo, no sintió miedo.
Sintió... entendimiento.
La
figura le mostró visiones. Vio sus mayores miedos, sus inseguridades más
profundas, sus deseos más oscuros. Vio la envidia que sentía por Javier, la
atracción reprimida hacia Viviana, el resentimiento por una vida que sentía
mediocre e injusta.
La
figura le ofreció una solución. Le ofreció poder. Le ofreció la oportunidad de
ser algo más que el cobarde y el perdedor que siempre había creído ser.
—«Debes tomar una decisión», le dice con
furia la entidad desconocida.
Christian
aceptó. No hubo palabras, no hubo contrato. Simplemente, un entendimiento
tácito, una comunión de almas corrompidas.
Cuando
Christian regresó al campamento, Javier y Viviana yacían inmóviles en el suelo,
sus ojos vacíos. La figura había desaparecido entre los árboles en medio de una
nube violeta que se dispara hacia el cielo negro y estrellado de la Patagonia.
Christian
se acercó a sus amigos y, sin sentir remordimiento, extendió sus manos hacia
ellos. Sintió una energía oscura fluir a través de él, absorbiendo la esencia
de Javier y Viviana.
Se
sintió más fuerte, más poderoso. Ya no era el Christian cobarde y asustado que
había entrado en el bosque. Era algo diferente, algo... más.
A
la mañana siguiente, un estanciero encontró el campamento vacío. Solo quedaban
las cenizas de la fogata y un silencio sepulcral, y junto a las piedras que
rodeaban la extinta fogata se hallaban dos formas humanas hechas con cenizas.
Las
autoridades nunca pudieron entregar respuestas sobre lo sucedido.
Christian
nunca fue encontrado. Su familia nunca supo más de él.
Los
estancieros de los alrededores juran que, en las noches oscuras, se puede ver
una luz violeta danzando entre los árboles del Bosque de la Discordia, y una sombra
oscura que busca nuevas almas para consumir.
Escrito
por: CristiAn Pablo TotIevaseb.
Basado
en una idea de: Jarl Asathørn.
El
bosque y los personajes son reales. La historia es ficticia.
Imagen
de la portada: es.pngtree.com
Imagen
editada por: Jarl Asathørn.
Edición final: Jarl Asathørn.