viernes, 13 de junio de 2025

El Bosque de la Discordia [Mini cuento]



El aire nocturno cortaba como un cuchillo. La fogata, un débil desafío a la oscuridad omnipresente, chisporroteaba agonizante. Javier, Christian y Viviana, tres amigos que se conocieron en el sendero de la vida, se habían adentrado en el Bosque de la Discordia buscando una escapada de la rutina, ignorando las advertencias de los estancieros.

 

«Es solo una leyenda, chicos», había insistido Javier, el líder del grupo, un hombre corpulento y alto con una sonrisa burlona. Christian, el más callado, había expresado sus dudas, pero la insistencia de Javier y el deseo de aventura de Viviana lo habían convencido.

 

De repente, un silencio sepulcral cayó sobre el entorno. Los sonidos del bosque callaron, el viento dejó de susurrar entre los árboles. Solo el crepitar de la fogata rompía el silencio, un sonido ahora amplificado y amenazante.

 

Fue entonces cuando la vieron. Una luz, no como ninguna que hubieran visto antes, se movía entre los árboles, danzando con una velocidad antinatural, de color violeta. No era un farol, ni un fuego fatuo. Era algo... diferente.

 

«¿Qué mierda es eso?», murmuró Viviana, con la voz temblorosa. Javier, aunque intentaba mantener la compostura, tragó saliva con dificultad.

«Es-es un ¿OVNI?», responde con duda.

«¡Javier, vámonos, puede ser peligroso!», agrega con voz temblorosa Christian, que al tiempo toma la mano de Viviana. Ella lo mira, suelta su mano y avanza con lentitud hacia la oscuridad.

 

La luz se acercó, aproximándose cada vez más al claro donde estaban acampando. Se detuvo al borde del bosque, brillando con una intensidad cegadora. Luego, se desvaneció.

 

El silencio volvió a reinar, pero esta vez era un silencio cargado de anticipación, de terror latente. Christian, pálido como un fantasma, señaló hacia el río que corría cerca del campamento.

«Allí... hay algo allí», susurró, con los ojos muy abiertos.

 

Una figura de unos 4 o 5 metros se alzaba junto al río, difuminada, como una sombra, muy alta y delgada, irradiaba una sensación de maldad pura, de algo ajeno a la realidad que conocían, algo extraterreno.

 

Javier, impulsado por una mezcla de miedo y arrogancia, tomó su linterna y se dirigió hacia la figura.

«¡Quién mierda anda ahí! ¡Muéstrate!», gritó, con la voz intentando sonar firme.

 

La figura no respondió. Simplemente se quedó allí, observándolos con una mirada que parecía penetrarles el alma. El aire se vuelve casi eléctrico y un zumbido extraño resuena en la cabeza de Javier.

 

De repente, Javier gritó. Un alarido gutural, desgarrador, que heló la sangre a Christian y Viviana. La figura junto al río se había acercado a él, y ahora Javier se retorcía en el suelo, agarrándose la cabeza, sus ojos ensangrentados eran una manifestación de algo horrible que destruía su cuerpo, desde adentro...

 

«¡Javier! ¿Qué te pasa?», gritó Viviana, corriendo hacia él. Christian, paralizado por el miedo, observaba la escena con horror.

«¡Vámonos de aquí Vivi, vamos, huyamos!», gritaba aterrorizado Christian.

 

La figura se movió de nuevo, esta vez hacia Viviana. Antes de que Christian pudiera reaccionar, Viviana también cayó al suelo, gritando y convulsionando. La figura parecía absorber algo de ellos, una energía vital que los dejaba vacíos y rotos.

 

Christian, presa del pánico, huyó hacia el bosque, tropezando y cayendo entre las raíces de los árboles. No sabía a dónde iba, solo quería escapar, alejarse de esa entidad maligna, presa del pánico, jadeando con dificultad.

 

Corrió durante lo que pareció una eternidad, hasta que cayó exhausto al pie de un árbol. Se acurrucó allí, temblando y sollozando, esperando la muerte.

«¡Esto no está pasando, esto no está pasando, Dios, Dios, ayúdame!», murmuraba entre lágrimas Christian.

 

Pero la muerte y la ayuda no llegaron. En cambio, la figura apareció frente a él, observándolo con su mirada penetrante. Esta vez, sin embargo, no sintió miedo. Sintió... entendimiento.

La figura le mostró visiones. Vio sus mayores miedos, sus inseguridades más profundas, sus deseos más oscuros. Vio la envidia que sentía por Javier, la atracción reprimida hacia Viviana, el resentimiento por una vida que sentía mediocre e injusta.

 

La figura le ofreció una solución. Le ofreció poder. Le ofreció la oportunidad de ser algo más que el cobarde y el perdedor que siempre había creído ser.

«Debes tomar una decisión», le dice con furia la entidad desconocida.

 

Christian aceptó. No hubo palabras, no hubo contrato. Simplemente, un entendimiento tácito, una comunión de almas corrompidas.

 

Cuando Christian regresó al campamento, Javier y Viviana yacían inmóviles en el suelo, sus ojos vacíos. La figura había desaparecido entre los árboles en medio de una nube violeta que se dispara hacia el cielo negro y estrellado de la Patagonia.

 

Christian se acercó a sus amigos y, sin sentir remordimiento, extendió sus manos hacia ellos. Sintió una energía oscura fluir a través de él, absorbiendo la esencia de Javier y Viviana.

 

Se sintió más fuerte, más poderoso. Ya no era el Christian cobarde y asustado que había entrado en el bosque. Era algo diferente, algo... más.

 

A la mañana siguiente, un estanciero encontró el campamento vacío. Solo quedaban las cenizas de la fogata y un silencio sepulcral, y junto a las piedras que rodeaban la extinta fogata se hallaban dos formas humanas hechas con cenizas.

 

Las autoridades nunca pudieron entregar respuestas sobre lo sucedido.

 

Christian nunca fue encontrado. Su familia nunca supo más de él.

Los estancieros de los alrededores juran que, en las noches oscuras, se puede ver una luz violeta danzando entre los árboles del Bosque de la Discordia, y una sombra oscura que busca nuevas almas para consumir.

 

Escrito por: CristiAn Pablo TotIevaseb.

Basado en una idea de: Jarl Asathørn.

El bosque y los personajes son reales. La historia es ficticia.

Imagen de la portada: es.pngtree.com

Imagen editada por: Jarl Asathørn.

Edición final: Jarl Asathørn.