«Atardeceres
dorados susurran, cielos pintados de colores pastel.
Las
luces que se apagan abrazan colinas de pinos interminables.
¿Puedes
oír su llamada?
Atardeceres
eternos como mantas caen.
La
oscuridad rodando en silencio sobre las altas montañas.
Cicuta
sangrante como savia caliente.
Las
hojas bailan en el cielo de otoño.
Las
sombras se mueven suavemente.
La
oscuridad se arrastra.
Espíritus
antiguos susurran hechizos de luna y tierra.
Siete
pinos sagrados, siempre en lo alto.
Un
camino a las estrellas pintado cruzando el cielo.
El
viento de otoño viene suave, besa mi pecho desnudo.
La
fuerza ancestral me consume.
Renazco.
Hacia
el cielo nos elevamos sobre cicutas incrustadas de musgo, para despertar los
corazones de dioses olvidados hace tiempo.
Los
espíritus del bosque fluyen por mi cuerpo otorgando gran fuerza y la voluntad
de seguir adelante.
El
paso del tiempo se ralentiza hasta convertirse en un suave susurro, como el
viento en los pinos mientras el arroyo fluye suavemente.
Un espíritu de lobo ennegrecido con ojos feroces de
fuego observa desde las orillas del río de mi mente.
Despertado
por la visión de mil vidas ante mí.
Mi
espíritu vuela libre por los vientos sagrados del tiempo y cuando el sueño se
desvanece y mi forma mortal se convierte en mí, la mirada del lobo se posa en
mí y nuestros espíritus se entrelazan.
Un
vientre celestial de ceniza arde más allá de sus ojos de fuego.
Un
vientre celestial de ceniza detrás de los ojos de su espíritu».
Letra de
Sgah'gahsowáh.
Edición final: Jarl Asathørn.