«Quisiera un día levantarme y no escuchar nada que
huela a humano, motores en silencio, autos apagados y tirados en la calle...
Sin la presencia homo-pleb, ¿Todo sería diferente?
La mente vive de costumbres, de ruidos, de voces
incesantes y agotadoras... de murmullos egoicos.
¿Cuánto tiempo pasaría para que se adapte a una nueva
realidad?
Sería hermoso salir a caminar y que no hubiera nadie,
ni un alma.
Quisiera un día levantarme sin la presencia
protohumana...
como si una catástrofe etérea se hubiera llevado a
toda esta especie… hacia los confines de la vacuidad.
¿Tendría más sentido para mí lo que llamo vida?
... una gran extensión para mí...
... sin el peligroso factor humano.
... todo silente...
... apreciar por primera vez la dichosa paz.
Sería un gran infierno... o un gran cielo puesto en
una enorme mesa para el goce de la quietud.
Sería un galardón al alma, un obsequio al espíritu.
Quisiera un día levantarme y respirar soledad...
... acurrucarme sobre el pasto de un parque y mirar la
bóveda sobre mi cabeza.
... en la noche... contemplar las estrellas sin el
caos y el aleteo de los insectos.
Nulo.
Vacío.
en completa soledad...
¿Me mirarán los dioses con una sonrisa?
¿Me seguirán observando con desprecio?
Solo... sin nada más que mis monstruos.
... en el borde del abismo existencial».