«El sufrir es muy largo y no puede dividirse
por las estaciones del año. Sólo nos es posible señalar su presencia y advertir
su retorno. Para nosotros el tiempo no avanza: gira. Parece formar un círculo
alrededor de este eje: el dolor. La paralizadora inmovilidad de una vida
regulada, hasta en sus más ínfimos detalles, por una rutina inmutable, de
suerte que conforme, bebemos, nos paseamos, dormimos y rezamos – o por lo
menos, nos arrodillamos para rezar – conforme a los inflexibles dictados de un
reglamento de hierro; esa inmovilidad que hace que cada día sea, con todos sus
horrores, y hasta en sus más pequeños detalles, idéntico a sus hermanos, parece
comunicarse a aquellas fuerzas exteriores, cuya existencia es una perpetua
variación. Nada sabemos de la siembra ni de las cosechas, de los segadores
doblados sobre las espigas o de los vendimiadores deslizándose entre las vides;
de la hierba del jardín, ornada con el blanco manto de las flores caídas, sobre
la cual se hallan esparcidos los frutos maduros. Nada sabemos, nada podemos
saber. Para nosotros sólo hay una estación, la del dolor. Parece incluso como
si nos hubieran arrebatado hasta el sol y la luna. Fuera podrá brillar el día
con tonos azulados o dorados, pero la luz que se filtra por el espeso cristal
del ventanillo con barrotes de hierro bajo el cual nos hallamos sentados, es
mísera y mortecina. En nuestra celda vecina reina constantemente la penumbra, y
la noche invade siempre nuestro corazón. Y todo movimiento se detiene, igual
que en el girar del tiempo, en la esfera del pensamiento».
[Oscar Wilde, libro De profundis]
«El cielo se ha posado en la ladera, sobre
los secretos pimpollares. Por más allá del cerro los relámpagos chafarrinan las
alturas con destellos de color que rápidamente se desvanecen. Aire de muerte
envuelve a la muerta tierra con una oscuridad de muerte. Aire que pesa sobre
mí, aire muerto y caliente, que, pese al vestido, llega hasta mí, hasta la
desnudez de mi cuerpo. —Tú no sabes lo que es sentir pena —digo. Ni yo lo sé.
No sé si la siento o no. Ni siquiera puedo sentirla. No sé si puedo o no
llorar. No sé si he llegado alguna vez a sentirla. Solamente me imagino que soy
una semilla silvestre y mojada, caída en la tierra ciega y ardorosa».
[William Faulkner, libro Mientras agonizo]
Fuentes:
Después de la tormenta.
Plandemia Mundial Covid 2021.
Alerta Global.
Unión Disidente.
Humanidad Despertando.
Citas.in
Memes mejorados, algunos editados y alguno ha sido creado
por mí.
Edición final: V.D.M.