EL ENTE DE DORIS BITHER
El Ente; la película; cuenta la
historia de Carla Moran, tras la que se oculta una persona real: Doris Bither.
Doris era una mujer de Culver City,
California, Estados Unidos, viuda y que tenía 4 hijos a su cargo.
Esta mujer acudió en 1974, desesperada,
al departamento de parapsicología de la Universidad de California, porque,
según Doris, desde hacía un tiempo era agredida por una entidad invisible que
abusaba sexualmente de ella.
Los científicos pensaron que se trataba
de la somatización de un trastorno psiquiátrico, a pesar de que la mujer
presentaba en todo el cuerpo hematomas y marcas de dientes, dado que en el
pasado había sido víctima de abusos sexuales.
Cuando entrevistaron a la familia, el
hijo mayor le contó que, una noche, al oír gritar a su madre, fue a su
habitación y la vio agitándose en la cama, pero al ir ayudarla una fuerza
invisible lo lanzó hacia atrás con violencia y al caer se rompió un brazo.
Esta fotografía de un extraño nimbo de
luz fue tomada durante las investigaciones que este grupo de científicos
realizó sobre el caso.
Sin embargo, poco pudieron hacer, y
Doris siguió sufriendo estos ataques, a pesar de que se llegó a mudar hasta en
5 ocasiones, aunque el fenómeno fue decreciendo con cada mudanza y finalmente
paró.
HORA DE PESADILLAS
«Mi madre siempre se quejó de que tenía
un montón de pesadillas, pero nunca decía de qué trataban sus sueños. Un día
mientras estábamos en el mall, sugerí que esperara en el patio de comidas
mientras estaba comprando nuestra comida. Cuando regresé con nuestra comida,
ella tenía una extraña expresión en su rostro, así que le pregunté si estaba
bien. Ella dijo que estaba bien, así que terminamos nuestra comida y nos
fuimos.
Mientras bajábamos por la escalera
mecánica para irnos, me di la vuelta para hablar con mi madre, y casi me da un
infarto porque detrás de ella había un hombre vestido anticuadamente sujetando
uno de los hombros de mi mamá y mirándome con una expresión muy enojada. Miró
el impacto en mi rostro de inmediato y me gritó, preguntándome qué andaba mal.
Cuando le conté lo que había visto, comenzó a llorar y dijo: "acabas de
describir al hombre que intenta matarme cada noche en mis sueños"».
Ana Carolina Paris
FUI VIOLADA POR ÍNCUBOS
14 de febrero de 2010 a las 8:52
Quiero compartirles mi experiencia:
«Siempre, desde muy niña he sufrido el
acoso de seres invisibles, sin embargo, aprendí a hacerme la desentendida,
incluso me apegué mucho a una religión con el fin de deshacerme de esa
maldición, no ha faltado quien, me haya dicho, que debo dedicarme a la
adivinación, y las que me lo han sugerido son gente que me topo en la calle y
no conozco.
La experiencia de la que hablo me
sucedió hace unas semanas; ahora ya casada, me he sentido muy deprimida, pues
mi matrimonio no iba muy bien.
Una noche me enojé mucho con mi pareja
y le dije cosas horribles, y sentí esas presencias.
Al día siguiente me reconcilié, pero él
tenía que hacer un viaje, así que me quedé sola.
Me acosté a tomar una siesta por la
tarde, y después de tres horas, lo cual fue mucho; desperté porque me empecé a
sentir rara; sentí un letargo, mucha debilidad, el cuerpo pesado, y fue cuando
empecé a notar que mis piernas estaban en el aire, sentí como dos fuertes manos
la levantaran como si de papel se tratara, sin embargo las sentía pero no las
veía, mi cuarto ya estaba obscuro pero todo lo que había en él era visible.
Antes de que pudiera hacer algo sentí
como a la orilla de mi cama estaban de pie varios seres, pude notar que
emanaban una luz amarilla casi invisible, eran varios y parecían estar
tocándose una especie de pene.
Todo era muy confuso, pero no podía
hablar, tenía los brazos separados hacia arriba, mi cadera seguía siendo
levantada; lo que parecían manos, eran cálidas e inmateriales; sin embargo
podía ver una figura de luz tenue en medio de mis piernas, entonces sentí que
algo entraba en mi vagina, era grueso y cálido, no era húmedo, lo sentí más
bien como si se tratara de energía pura.
Mis piernas temblaban pero eso me
seguía penetrando, lo hacía suavemente, mi cuerpo se tensó y siguió subiendo
hasta que solo las puntas de mis pies y parte de mi cabeza y brazos quedaron en
la cama, de pronto algo similar entro en mi boca, era muy grueso, pude notar
que mi rostro se deformaba ante la presión, no podía cerrar la boca, de hecho
la tenía abierta hasta más no poder. Sentí como otros seres me acariciaban
mientras esos me penetraban agitadamente, mi cuerpo se contraía, y ahí fue que
me di cuenta que estaba sintiendo placer a pesar de mi miedo.
No hice nada para impedirlo, aún no
estoy segura que pudiera hacer algo, me sentía sin voluntad alguna.
Después de que esos dos seres me
cogieran por varios minutos, otros tomaron su lugar, pude sentir como el segundo
que me penetró la vagina, se acostó totalmente sobre mí, sentí su calor en mi
pecho y cerca de mi rostro, pero no podía verlo, y sentí como que me hiciera el
amor; ninguno de ellos fue violento, de hecho diría que me trataron con
dulzura.
Sin embargo, hubo un momento en que
sentí como esa energía que me metían por la vagina me llegaba demasiado
adentro, la sentía moverse dentro de mi vientre, confieso que me convulsioné en
orgasmos.
También sentí que me penetraron
analmente pero muy suavemente, apenas lo percibí.
Estuvieron cogiéndome cerca de dos a
tres horas, siempre en la misma posición, turnándose unos después de otros,
podía sentir cuando cambiaban de lugar, y que eran seres distintos, pues la
forma en que se movían para cogerme era distinta; sin embargo todos era
inmateriales.
Sentía como esa energía que me metían
por la vagina me llegaba al vientre y la que entraba en mi boca me tensaba el
rostro y llegaba a mi garganta, en un constante mete y saca.
Sé que es difícil de creer, pero es una
experiencia real, la verdad no pude evitar disfrutarlo, llegué a varios
orgasmos, pero aún me da miedo recordarlo.
Durante varios días después de eso,
seguí sintiendo en mi vientre diversas sensaciones como si algo de esa energía
hubiera quedado ahí.
Hice muchas oraciones y hasta ahora
siento como que se han mantenido alejados, sin embargo debo confesar que fue
increíble, y me siento culpable por haberlo disfrutado.
Investigué un poco y supe que algunos
seres así les llaman «íncubos», no sé si hayan sido de ese tipo, lo que sí sé
es que la experiencia que pasé fue real, después de eso no me levanté hasta el
otro día, totalmente agotada.
Testimonio de Vanessa Salas
EL PERRO DEL DIABLO
17 Octubre 2017
Yo no creía en eso de la ouija hasta
que lo vi con mis propios y no creerás lo que te voy a contar.
«Hace unas semanas, tuvimos que
contratar a una nueva niñera, todo parecía ir con normalidad y las niñas
parecían haberse acostumbrado a ella. Pero todo cambió cuando comencé a notar
que algo extraño estaba sucediendo al interior de nuestra casa. Estábamos un
tanto desesperados, porque María, la persona que trabajaba para nosotros al
cuidado de nuestras hijas, la niñera, de un día para otro renunció sin dar
explicaciones.
Llevaba poco más de 2 años con nosotros
y jamás tuvimos un problema con ella.
Así que rápidamente tuvimos que
contratar a alguien mediante una agencia de empleos, ya que por razones obvias,
nuestras niñas, no podían quedar solas en la casa.
La primera semana todo transcurrió bien
con la nueva persona, hasta que comencé a notar que algo no andaba del todo
bien.
Yo tengo por costumbre, el guardar
alimentos congelados en la nevera que se encuentra en el sótano de la casa, ya
que me permite ahorrar en cierta medida.
Mensualmente, me encargaba de revisar
que no faltara nada e iba reponiendo lo que se consumía.
Esa semana en particular, había
comprado todo tipo de carnes, ya que se venían las fiestas de fin de año y
tenía que aprovechar que los precios aún se mantenían bajos.
Unos días después, fui a la nevera a
buscar algo y noté que faltaban unos cuantos kilos de carne. Lo consulté con mi
esposa y ella me decía que seguramente yo estaba confundido.
Me quedó la duda de que si la nueva
niñera tenía algo que ver con el extraño suceso.
Esa vez, hice la vista gorda y lo dejé
pasar, pero con el correr de los días, noté que cada vez faltaban más y más
piezas de carne.
Definitivamente alguien se estaba
robando la comida y la principal sospechosa era esta mujer, ya que era la única
persona ajena a la familia y que tenía acceso a la nevera.
Para estar completamente seguro, decidí
inventariar todo y llevar un control exacto de lo que ingresaba y salía de
aquella nevera.
Pasaron unos 3 o 4 días y fui a
comprobar la nevera nuevamente y la sorpresa fue enorme.
Faltaban 6 kilos de carne congelada y
un pollo entero.
Así que esa misma tarde, encaré a la
señora Marta y le expliqué que todos pasamos por necesidades en algún momento
de la vida y que su actuar no era el correcto.
"Todo habría sido diferente, si me
hubiera pedido ayuda y yo no se la habría negado, pero ahora la confianza se ha
roto y tendré que despedirla".
Ella me insistía en que jamás se
robaría algo, pero yo no le creí.
Aún me siento mal por haberla despedido
de esa forma…
Al día siguiente me mandaron a otra
persona desde la agencia y me aseguré de que sus antecedentes fueran de lo más
fiable.
Todo iba bien durante esos días, pero
la situación se estaba tornando un tanto extraña.
Fue cuando bajé al sótano para ir a
buscar unas latas de cerveza y de pura curiosidad, abrí la nevera para ver si
todo se encontraba en orden.
Esta vez faltaba el pavo que tenía
congelado para Navidad y 6 kilos más de carne.
¡No podía ser!
Un tanto ofuscado por la situación, le
pedí a esta persona que me diera sus explicaciones, pero ella me decía que yo
estaba cometiendo un error y que ella no había sido quien había sacado los
alimentos de la nevera.
Se me acercó al oído y mirando para
ambos lados, con la clara intención de no quería que nadie más escuchara y me
dice con un tono bastante misterioso:
-- “Es el perro del diablo”.
-- ¿Qué? – le respondí.
-- El que se está comiendo la carne de
la nevera es el perro del diablo. - me replicó.
Ya estaba perdiendo la paciencia, le
solicité que tomara sus cosas y que en ese preciso momento se largara de
nuestra casa y que no se molestara en volver.
La señora tomó sus pertenencias y se
retiró por el corredor murmurando quién sabe qué cosa.
Esa misma tarde, pasé por una
cerrajería y le pedí al encargado que me fuera a instalar una cerradura para mi
nevera. Ya no quería volver a pasar por lo mismo una vez más.
Aproveché de comprar todos los víveres
que faltaban en la despensa y la nevera quedó completa hasta más no poder.
Esa noche me fui a acostar como de
costumbre, pero no podía dejar de pensar en lo peculiar de la situación.
Poco faltó para quedarme dormido,
cuando escuché un fuerte golpe proveniente del sótano.
Fui a coger el arma que guardaba
celosamente en el armario y bajé sigilosamente por las escaleras, cargando
entre mis manos aquel pesado 9mm.
A mitad camino, podía escuchar
claramente como algo masticaba mientras jadeaba profusamente.
Cuando llegué al último peldaño,
encendí la luz de la lámpara colgante y… grande fue mi sorpresa el ver que la
puerta de la nevera se encontraba abierta de par en par y la cerradura estaba
tirada en el suelo, ¡hecha añicos!
Observé a mi alrededor y yo creo que mi
ojos casi se desbordaron al ver el montón de restos de carne que se encontraba
regada por el suelo, era como si estuviera presenciando una terrible masacre.
No podía creer lo que estaba viendo,
aún se podía sentir el olor de la carne fresca que no había alcanzado a
congelarse.
Había sangre regada por todo el suelo y
restos de carne magullada y con una extraña sustancia gelatinosa que le cubría.
Gotas de sangre discurrían de la nevera
dejando en mi perturbada cabeza una terrible sensación que presagiaba que algo
terrible estaba por ocurrir.
Fue en ese momento en que se me vino a
la cabeza, esa misteriosa frase que me había dicho a voz baja la mujer que
acababa de despedir esa misma tarde.
"Es el perro del diablo".
Apenas terminaba de susurrar aquel
abominable nombre, cuando por el costado de la despensa, se deja caer
estrepitosamente sobre el suelo, unas latas de conservas.
Apenas levanté la mirada, pude ver cómo
se hacían notar dos enormes ojos rojos que ardían como la hoguera.
El sonido de las garras que rasgan la
cubierta de aquella estantería, me puso en sobre aviso de que debía huir de ese
lugar inmediatamente.
Di unos dos o tres pasos para atrás
cuando esa cosa saltó velozmente en dirección a la nevera posándose frente a
mí, con una actitud desafiante.
El terror que sentí fue tal, que me
quedé paralizado, mientras él arma se desprendía de mi mano cayendo sobre el
piso, sin poder hacer nada.
Sólo fue unos dos o tres segundos que
me observó directamente a los ojos, para luego, dar media vuelta y adentrarse
en algo a lo que podría llamarlo como una especie portal interdimensional, que
se desvaneció cuando el rabo de la bestia cruzó completamente.
Quedé atónito ante tal suceso, aún
tengo en la retina la mirada de la abominable Bestia.
Este animal, parecía ser una especie de
perro, pero de un aspecto mucho más aberrante.
Era una mezcla entre un canino y una
rata de gran envergadura. Su piel, tenía una tonalidad gris oscura, cubierta
por escasos pelos que le daban un aspecto mucho más grotesco.
Por su hocico, relucían dos enormes
colmillos, de los cuales, goteaba esa sustancia gelatinosa que se mezclaba con
la sangre la carne que la bestia había engullido recientemente.
Ahí me quedé parado, sin poder dar
crédito ante lo que mis ojos habían presenciado.
Esa noche, no pegué un solo ojo hasta
que amaneció.
En una mano sostenía un vaso de whisky
y en la otra el revólver que no fui capaz de manipular.
Llamé a María para tratar de averiguar
si ella sabía algo sobre esto y si esa fue la razón del porqué había
renunciado.
Ella me confesó que ésta cosa se
apareció una noche en que ella se había quedado por tres días en la casa con
las niñas, ya que nosotros estábamos de viaje atendiendo un negocio fuera del
país.
Esa noche, ella había terminado sus
quehaceres y las niñas ya se habían ido a la cama.
Estaba en la sala viendo la televisión
mientras se tomaba una taza de té, cuando escuchó unos gritos que provenían de
la habitación de las niñas.
Subió velozmente a ver qué estaba
sucediendo y cuando abrió la puerta, vio a las niñas llorando metidas debajo de
la cama.
Ella trató de calmarlas y las niñas le
confesaron que habían hecho algo terrible y que tenían mucho miedo.
Pero, qué era eso tan terrible que
habían hecho mis niñas, le pregunté.
Ella bajó un poco la vista y me dice: “estaban
jugando con un tablero de ouija señor. A mí me dan pánico estas cosas y sólo me
quedé esos días hasta que ustedes volvieran. Pero no tuve el valor para
contarles, sólo esperaba que usted lo viera con sus propios ojos y que se
decidiera a llevarse a las niñas de ese lugar”.
Cielos, les juro que si no lo hubiera
visto con mis propios ojos, no le habría creído nada de lo que me decía.
Después de saber lo que había sucedido,
opté por lo más sensato.
Abandonar esa casa ese mismo día para
no volver jamás. El juego de la ouija es uno de los más peligrosos de los que
se tiene conocimiento, ya que en manos inexpertas, podrían liberar abominables
criaturas que habitan esos oscuros y decadentes planos alternos».
Fuentes:
historiasquenocontariaamimadre.com
buzzfeed.com (Historia vía Facebook)
enfemenino.com
paranormal.net
Edición final:
vikingodemagellan.blogspot.com