«Cielos
celestes que dan la falsa sensación de pureza, cielos diáfanos, casi sin nubes…
un leve aire refresca la tarde… pero siempre esta apariencia carece de algo.
El
derrumbe de estos frágiles cimientos es signo inequívoco de que la malevolencia
está presente en este mundo lleno de máscaras inquietantes.
El
torbellino del N.O.M. está en cada política de estado, en cada ley absurda, en
cada nueva tolerancia… ya lo he dicho antes, esta maquinaria siniestra se llama
globalismo y es impulsada por traidores, blasfemos y ciegos. Y este globalismo
es creado por seres ofidios que adoran a Saturno.
Vivimos
bajo mentiras globales, bajo estandartes con simbologías que se repiten en cada
imagen, en cada logo… son enseñas para adorar al viejo némesis de la humanidad.
Es el
mundo social del odio y el caos, vestidos de falsos amores, y quiméricas
tranquilidades.
Es el
mundo orwelliano de las cadenas, de los dictámenes, del decir sí a todo, como
si lo que les venden fueran elixires mágicos de la felicidad… todo es aparente,
todo es irreal.
Los
anillos de Saturno giran a nuestro alrededor, está en la religión, en las
banderas, en la economía de mercado y en todos los arcanos secretos… te los
venden, tú lo compras.
El mundo
humano es un lugar peligroso.
Las
sociedades tolerantes son corrales tóxicos.
Hay que
huir de sigilos y monstruos.
Hay que
huir de las ideas y cobijarse en la reflexión.
El mundo
es un laboratorio… y los borregos, ovejas y gárgolas marchan al ritmo de su
dios abraxas, a su destino del olvido y del castigo inframundano.
El mundo
está de fiesta en la mansión de Tartini, ¡Bailan y bailan en el gran salón
hexagonal!
¡Los
músicos tocan el ‘trino del diablo’ a todos los ahorcados, mientras los niños
se desangran en las mesas, ellos son el banquete de los muertos!
Es el
festín de los esclavos, el banquete de la ignominia.
Es el
reino de Saturno, la monarquía de la vieja luz.
Es el
ancestral cónclave de las almas parasitarias del sol negro… con la venia del
papado negro.
El mundo
humano es un lugar lleno de enfermos.
Las
sociedades tolerantes son corrales de bestias sin ojos».
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Eberhard Grossgasteiger