«El año que ya está en marcha va a ser similar a como me siento
ahora...
... desmotivado.
... nulo.
... casi en estado de coma.
... sin esperanzas.
... la verdad es que quiero escribir y me siento como si recién
estuviera despertando de un largo sueño, como esos osos que abren los ojos
luego de un letargo invernal muy extendido.
... hace calor, ¿caerá la pluvia?... es la presión de miles de
kilos sobre mis hombros... sobre mi cabeza.
... quiero que llueva y mucho.
Detesto sentirme así, es extraño...
Bebo mucha agua para sacudir este estado somnoliento...
... ojalá las horas se diluyan rápido y llegue la oscuridad.
Quiero que el invierno y las horas frías lleguen pronto.
... nulo...
... en estado cero...
... comatoso.
Las temperaturas me repugnan, son indignas para esta región
acostumbrada; otrora; a largos inviernos, a largas pluvias, a esas tormentas de
diamantes que cubrían la gleba patagónica.
... solo deseo dormir y despertar en un bosque, con el cuerpo y
el alma aún más fría, en una noche de julio, bajo un cielo estrellado, con
Selene brillante, respirando el congelado aliento del invierno...
... ansío abrir los ojos, alejado de las brumas negras de la
ciudad, donde el ruido del hombre es una pesadilla... quiero despertar... lejos
de todo».