lunes, 4 de agosto de 2025

La crisis migratoria en Europa

 


Europa se enfrenta a una crisis migratoria de proporciones dramáticas. Las imágenes de familias desesperadas buscando refugio, de niños perdidos y de personas muertas en el mar, han conmocionado al mundo. Sin embargo, detrás de la conmovedora imagen de la vulnerabilidad humana, se esconde una realidad compleja y preocupante que requiere un análisis serio y sin tapujos. No se trata solo de un problema humanitario, sino también de una cuestión de seguridad, integración social y sostenibilidad económica.

 

La narrativa dominante a menudo se centra en la compasión y la solidaridad con los inmigrantes. Y ciertamente, la empatía es fundamental. Pero la realidad es que la inmigración masiva, tal como se está produciendo en muchos países europeos, está generando una serie de problemas que no pueden ser ignorados. La presión sobre los servicios públicos, la tensión social y el aumento de la delincuencia en ciertas zonas son solo algunos ejemplos.

 

En muchos países, la policía se enfrenta a un aumento significativo de la violencia relacionada con la inmigración. En Francia, por ejemplo, los enfrentamientos entre las fuerzas del orden y grupos de inmigrantes son cada vez más frecuentes. Informes de asesinatos, robos, violaciones de mujeres y adolescentes, ocupaciones ilegales de viviendas y peleas callejeras con machetes son cada vez más comunes en varias ciudades europeas. Esta violencia no es una excepción, sino una realidad que afecta a las comunidades locales y genera un clima de miedo e inseguridad.

 

La situación se agrava aún más por la percepción, en algunos casos justificada, de que los inmigrantes reciben una ayuda del estado desproporcionada en comparación con los ciudadanos locales. En España, por ejemplo, existen programas de asistencia social que, aunque destinados a ayudar a los más necesitados, pueden ser percibidos como un incentivo para la inmigración ilegal. Esta percepción no es antojadiza ni racial y contribuye a la creciente tensión social y al resentimiento hacia los inmigrantes, que en su mayoría sí tienen un odio hacia los europeos.

 

Además, la preocupación por la ocupación de puestos de poder por parte de inmigrantes en países como Gran Bretaña, sin la debida integración cultural y social, genera inquietud entre la población local.

La falta de asimilación de costumbres y valores europeos por parte de algunos grupos de inmigrantes también contribuye a la polarización social. Se observan prácticas culturales que, aunque respetables en sus países de origen, resultan chocantes e incluso repugnantes para la sociedad europea.

 


La inmigración incontrolada no es una solución a los problemas económicos o demográficos de Europa. Al contrario, puede exacerbarlos. Es necesario un enfoque más responsable y realista, que priorice la seguridad y el bienestar de los ciudadanos europeos, sin dejar de lado la necesidad de ayudar a aquellos que realmente necesitan protección, que son muy pocos.

 


Es hora de que las autoridades europeas tomen medidas drásticas para controlar la inmigración ilegal y repatriar a aquellos inmigrantes que ya se encuentran en el continente. Esto implica una mayor vigilancia en las fronteras, una política de inmigración más restrictiva y un esfuerzo concertado para promover la integración cultural y social de los inmigrantes que sí se lo merecen.

Se necesita una política de inmigración que sea justa, pero también firme.

 

El llamado a la acción es claro: No más inmigración incontrolada. 

 

Es necesario un plan de repatriación para aquellos inmigrantes que no cumplen con los requisitos legales o que representan una amenaza para la seguridad pública. Cada país debe ser responsable de sus propios ciudadanos y cada persona debe vivir en su propia tierra. La solución no es la integración forzada, sino el respeto a la soberanía nacional y la seguridad de los ciudadanos.

La inmigración debe ser ordenada, controlada y respetuosa con las leyes y las costumbres de los países de acogida. Solo así se podrá construir una Europa segura, próspera e integrada. El futuro de Europa depende de ello.

 

Se extiende esta mirada también a lo que pasa en varios países de Sudamérica —sobre todo en nuestro amado Chile— donde las autoridades han sido incapaces de frenar tanta llegada de extranjeros que vienen a nuestro suelo a delinquir.


¿Qué le depara el futuro a los europeos?


¿Qué le depara el futuro a Chile en esta materia?


Lo veremos en otro artículo.

 

 

 

Fuente:

Voxpopuli.com

Youtube

Nytimes.com

 

Artículo:

CristIAn Pablo Totievaseb para el blog vikingodemagellan.blogspot.com

 

Edición final:

Jarl Asathørn.