Europa se
enfrenta a una crisis migratoria de proporciones dramáticas. Las imágenes de
familias desesperadas buscando refugio, de niños perdidos y de personas muertas
en el mar, han conmocionado al mundo. Sin embargo, detrás de la conmovedora
imagen de la vulnerabilidad humana, se esconde una realidad compleja y
preocupante que requiere un análisis serio y sin tapujos. No se trata solo de
un problema humanitario, sino también de una cuestión de seguridad, integración
social y sostenibilidad económica.
La narrativa
dominante a menudo se centra en la compasión y la solidaridad con los
inmigrantes. Y ciertamente, la empatía es fundamental. Pero la realidad es que
la inmigración masiva, tal como se está produciendo en muchos países europeos,
está generando una serie de problemas que no pueden ser ignorados. La presión
sobre los servicios públicos, la tensión social y el aumento de la delincuencia
en ciertas zonas son solo algunos ejemplos.
En muchos
países, la policía se enfrenta a un aumento significativo de la violencia
relacionada con la inmigración. En Francia, por ejemplo, los enfrentamientos
entre las fuerzas del orden y grupos de inmigrantes son cada vez más
frecuentes. Informes de asesinatos, robos, violaciones de mujeres y
adolescentes, ocupaciones ilegales de viviendas y peleas callejeras con
machetes son cada vez más comunes en varias ciudades europeas. Esta violencia
no es una excepción, sino una realidad que afecta a las comunidades locales y
genera un clima de miedo e inseguridad.
La situación
se agrava aún más por la percepción, en algunos casos justificada, de que los
inmigrantes reciben una ayuda del estado desproporcionada en comparación con
los ciudadanos locales. En España, por ejemplo, existen programas de asistencia
social que, aunque destinados a ayudar a los más necesitados, pueden ser
percibidos como un incentivo para la inmigración ilegal. Esta percepción no es antojadiza
ni racial y contribuye a la creciente tensión social y al resentimiento hacia
los inmigrantes, que en su mayoría sí tienen un odio hacia los europeos.
Además, la
preocupación por la ocupación de puestos de poder por parte de inmigrantes en
países como Gran Bretaña, sin la debida integración cultural y social, genera
inquietud entre la población local.
La falta de
asimilación de costumbres y valores europeos por parte de algunos grupos de
inmigrantes también contribuye a la polarización social. Se observan prácticas
culturales que, aunque respetables en sus países de origen, resultan chocantes
e incluso repugnantes para la sociedad europea.
La inmigración
incontrolada no es una solución a los problemas económicos o demográficos de
Europa. Al contrario, puede exacerbarlos. Es necesario un enfoque más
responsable y realista, que priorice la seguridad y el bienestar de los
ciudadanos europeos, sin dejar de lado la necesidad de ayudar a aquellos que
realmente necesitan protección, que son muy pocos.
Es hora de
que las autoridades europeas tomen medidas drásticas para controlar la
inmigración ilegal y repatriar a aquellos inmigrantes que ya se encuentran en
el continente. Esto implica una mayor vigilancia en las fronteras, una política
de inmigración más restrictiva y un esfuerzo concertado para promover la
integración cultural y social de los inmigrantes que sí se lo merecen.
Se necesita
una política de inmigración que sea justa, pero también firme.
El llamado a
la acción es claro: No más inmigración incontrolada.
Es necesario
un plan de repatriación para aquellos inmigrantes que no cumplen con los
requisitos legales o que representan una amenaza para la seguridad pública.
Cada país debe ser responsable de sus propios ciudadanos y cada persona debe
vivir en su propia tierra. La solución no es la integración forzada, sino el
respeto a la soberanía nacional y la seguridad de los ciudadanos.
La
inmigración debe ser ordenada, controlada y respetuosa con las leyes y las
costumbres de los países de acogida. Solo así se podrá construir una Europa
segura, próspera e integrada. El futuro de Europa depende de ello.
Se extiende
esta mirada también a lo que pasa en varios países de Sudamérica —sobre todo en
nuestro amado Chile— donde las autoridades han sido incapaces de frenar tanta
llegada de extranjeros que vienen a nuestro suelo a delinquir.
¿Qué le depara el futuro a los europeos?
¿Qué le depara el futuro a Chile en esta materia?
Lo veremos en otro artículo.
Fuente:
Voxpopuli.com
Youtube
Nytimes.com
Artículo:
CristIAn
Pablo Totievaseb para el blog vikingodemagellan.blogspot.com
Edición
final:
Jarl
Asathørn.