martes, 12 de agosto de 2025

Historias cortas de Ciencia Ficción [Monolitos del Silencio]

 


 

El carguero espacial Aetheris navegaba más allá de los confines conocidos, adentrándose en los recovecos donde los mapas se desvanecían y la oscuridad reinaba soberana. Aquí, las estrellas eran escasas, como si el universo mismo hubiera decidido reservar este rincón para algún propósito desconocido. El silencio era denso, palpable, envolviendo a la tripulación con un manto de incertidumbre.

 

El capitán Elías Mirko estaba acostumbrado a explorar territorios inexplorados, pero nunca había sentido una inquietud tan profunda como ahora. Los sistemas de navegación emitían pitidos y chirridos irregulares, reflejando la anomalía que flotaba frente a ellos: monolitos titánicos, perfectamente tallados y pulidos, suspendidos en el espacio de manera antinatural. Parecían materializarse de la nada, absorbiendo la luz y cualquier tipo de señal de comunicación.

 

La oficial de ciencias, Lana Verace, registró la presencia de los monolitos con fascinación y temor.

 

—«Estas estructuras no deberían existir», susurró, como si alzando la voz pudiera despertar algo más allá de su comprensión. La tripulación, compuesta por exploradores curtidos, mercenarios y científicos, se reunió en el puente, intercambiando miradas nerviosas.

 

—«¿Entramos?» preguntó Samuel Kross, el ingeniero jefe, rompiendo el silencio con su tono pragmático. Era conocido por tomar decisiones rápidas, pero incluso él dudaba ante la perspectiva de adentrarse en aquellos gigantes vacíos.

 

—«Nosotros estamos listos y preparados para ir a explorar, Capitán», agrega el líder de los mercenarios, mientras masticaba su habano.

 

—«Quiero al consejo de inmediato en mi oficina. No pienso tomar decisiones apresuradas y arriesgar la vida de nadie», dice Elías, mientras observa con la mirada fría los monolitos que se mueven a la distancia.

 

Contra el mejor juicio común, Elías decidió que debían investigar. Si algo había aprendido de sus años en el espacio, era que las respuestas yacen en los lugares más oscuros y recónditos. Fue así como, con las pulsaciones aceleradas y la adrenalina entumeciendo sus sentidos, la tripulación ingresó en uno de los monolitos.

 

Los interiores resultaron ser vastos salones de piedra lisa, tan fríos e indiferentes como el exterior. No había señales de vida, ni polvo acumulado, solo algo de deterioro visible. Los pasillos interminables se perdían en la oscuridad, como una catedral construida por una civilización desconocida, y tal vez no para seres humanos.

 

La sensación de ser observados se intensificó con cada paso. Aunque no había señales evidentes de vigilancia, todos sentían el peso de una presencia invisible. Fue Lana quien sugirió que quizás la estructura misma estaba consciente, pero esta teoría no hizo más que aumentar la inquietud general.

 

—«¿Consciente? ¿A qué te refieres Lana?

 

—«Es solo una suposición capitán, aunque... algo me dice que estos monolitos esconden algo más», contesta algo nerviosa.

 

—«¿Usted cree que estas estructuras pueden tener algo biológico?, pregunta la copiloto Nadia Veruseva.

 

—«Es solo una corazonada Nadia, tengo la impresión de que aparecieron por algo...».

 

—«Tal vez por nuestra presencia», supone Elías y juntos avanzan por el misterioso lugar.

 

Samuel dirigió un equipo hacia lo que parecía ser el centro del monolito. Allí, descubrieron una sala con una enorme esfera de cristal suspendida sobre un pedestal de metal. Al acercarse, la esfera emitió un brillo tenue y latente, como una estrella atrapada en un firmamento privado.

 

—«Elías, deberías ver esto», dijo Samuel, su voz colmada de asombro. El capitán llegó al centro y, al posar su mirada sobre la esfera, sintió una conexión inmediata, casi espiritual. Dentro del cristal, figuras etéreas revoloteaban, formando patrones complejos y cambiantes.

 

De repente, una voz sin origen comenzó a resonar en la mente de los presentes, no en palabras audibles, sino en sensaciones puras. Era como si los monolitos comunicaran directamente con sus pensamientos, revelando fragmentos de una historia olvidada. Una raza antigua, los Aurith, habían construido estos monumentos como puntos de convergencia energética, canales para el conocimiento universal.

 

—«Nos están dejando ver su legado», concluyó Lana, con la voz quebrada por la emoción. Pero, aunque la revelación era fascinante, también era perturbadora. Los Aurith habían desaparecido en la búsqueda de un saber tan profundo que trascendía el tiempo y el espacio, dejando atrás estos monolitos como testigos mudos de su existencia.

 


La tripulación pasó días explorando y documentando los descubrimientos dentro de los monolitos. Cada nueva sala revelaba fragmentos de tecnología avanzada, artefactos indescriptibles, y conocimientos que podrían redefinir la ciencia y la filosofía humanas. Sin embargo, la sensación de entrar en algún lugar prohibido persistía, conduciendo a Elías a una conclusión inevitable.

 

—«Debemos irnos», declaró finalmente el capitán. El riesgo de permanecer demasiado tiempo ante tanta magnificencia desconocida podía tener consecuencias imprevistas. Tras asegurarse de haber registrado todo lo posible, la tripulación se retiró de los monolitos bajo un silencio reverente.

 

De vuelta en el Aetheris, cada miembro procesó la experiencia a su manera. Habían desenterrado un legado olvidado, conectándose con una inteligencia anciana y monumental, pero también habían enfrentado la naturaleza insondable del universo. Al salir del sistema, los monolitos se desvanecieron nuevamente en la negrura, como guardianes celestiales de secretos eternos.

 

El capitán Elías y su tripulación continuaron su viaje, enriquecidos y transformados por la singular aventura. Los monolitos del silencio permanecían, absorbiendo la luz y señales, esperando a los próximos viajeros para compartir las historias de los Aurith.

 

Elías y su tripulación sin decir palabras se comprometieron a volver. Solo bastaron miradas.

 

Fue entonces cuando todos comprendieron que, en el vasto cosmos, estaban destinados no solo a encontrar nuevas fronteras, sino también a toparse con los vestigios de aquellos que vinieron antes, en búsqueda de respuestas que aún desafían la mente humana.

 

 

 

 

Historia basada en la temática musical creada por Sasha Puzan.

Escrito por: NAIra M. Wiss.

Agregados: Jarl Asathørn.