El
carguero espacial Aetheris navegaba más allá de los confines conocidos,
adentrándose en los recovecos donde los mapas se desvanecían y la oscuridad
reinaba soberana. Aquí, las estrellas eran escasas, como si el universo mismo
hubiera decidido reservar este rincón para algún propósito desconocido. El
silencio era denso, palpable, envolviendo a la tripulación con un manto de
incertidumbre.
El
capitán Elías Mirko estaba acostumbrado a explorar territorios inexplorados,
pero nunca había sentido una inquietud tan profunda como ahora. Los sistemas de
navegación emitían pitidos y chirridos irregulares, reflejando la anomalía que
flotaba frente a ellos: monolitos titánicos, perfectamente tallados y pulidos,
suspendidos en el espacio de manera antinatural. Parecían materializarse de la
nada, absorbiendo la luz y cualquier tipo de señal de comunicación.
La
oficial de ciencias, Lana Verace, registró la presencia de los monolitos con
fascinación y temor.
—«Estas
estructuras no deberían existir», susurró, como si alzando la voz pudiera
despertar algo más allá de su comprensión. La tripulación, compuesta por
exploradores curtidos, mercenarios y científicos, se reunió en el puente,
intercambiando miradas nerviosas.
—«¿Entramos?»
preguntó Samuel Kross, el ingeniero jefe, rompiendo el silencio con su tono
pragmático. Era conocido por tomar decisiones rápidas, pero incluso él dudaba
ante la perspectiva de adentrarse en aquellos gigantes vacíos.
—«Nosotros
estamos listos y preparados para ir a explorar, Capitán», agrega el líder de
los mercenarios, mientras masticaba su habano.
—«Quiero
al consejo de inmediato en mi oficina. No pienso tomar decisiones apresuradas y
arriesgar la vida de nadie», dice Elías, mientras observa con la mirada fría
los monolitos que se mueven a la distancia.
Contra
el mejor juicio común, Elías decidió que debían investigar. Si algo había
aprendido de sus años en el espacio, era que las respuestas yacen en los
lugares más oscuros y recónditos. Fue así como, con las pulsaciones aceleradas
y la adrenalina entumeciendo sus sentidos, la tripulación ingresó en uno de los
monolitos.
Los
interiores resultaron ser vastos salones de piedra lisa, tan fríos e
indiferentes como el exterior. No había señales de vida, ni polvo acumulado,
solo algo de deterioro visible. Los pasillos interminables se perdían en la
oscuridad, como una catedral construida por una civilización desconocida, y tal
vez no para seres humanos.
La
sensación de ser observados se intensificó con cada paso. Aunque no había
señales evidentes de vigilancia, todos sentían el peso de una presencia
invisible. Fue Lana quien sugirió que quizás la estructura misma estaba
consciente, pero esta teoría no hizo más que aumentar la inquietud general.
—«¿Consciente?
¿A qué te refieres Lana?
—«Es
solo una suposición capitán, aunque... algo me dice que estos monolitos
esconden algo más», contesta algo nerviosa.
—«¿Usted
cree que estas estructuras pueden tener algo biológico?, pregunta la copiloto
Nadia Veruseva.
—«Es
solo una corazonada Nadia, tengo la impresión de que aparecieron por algo...».
—«Tal
vez por nuestra presencia», supone Elías y juntos avanzan por el misterioso
lugar.
Samuel
dirigió un equipo hacia lo que parecía ser el centro del monolito. Allí,
descubrieron una sala con una enorme esfera de cristal suspendida sobre un
pedestal de metal. Al acercarse, la esfera emitió un brillo tenue y latente,
como una estrella atrapada en un firmamento privado.
—«Elías,
deberías ver esto», dijo Samuel, su voz colmada de asombro. El capitán llegó al
centro y, al posar su mirada sobre la esfera, sintió una conexión inmediata,
casi espiritual. Dentro del cristal, figuras etéreas revoloteaban, formando
patrones complejos y cambiantes.
De
repente, una voz sin origen comenzó a resonar en la mente de los presentes, no
en palabras audibles, sino en sensaciones puras. Era como si los monolitos
comunicaran directamente con sus pensamientos, revelando fragmentos de una
historia olvidada. Una raza antigua, los Aurith, habían construido estos
monumentos como puntos de convergencia energética, canales para el conocimiento
universal.
—«Nos
están dejando ver su legado», concluyó Lana, con la voz quebrada por la
emoción. Pero, aunque la revelación era fascinante, también era perturbadora.
Los Aurith habían desaparecido en la búsqueda de un saber tan profundo que
trascendía el tiempo y el espacio, dejando atrás estos monolitos como testigos
mudos de su existencia.
La
tripulación pasó días explorando y documentando los descubrimientos dentro de
los monolitos. Cada nueva sala revelaba fragmentos de tecnología avanzada,
artefactos indescriptibles, y conocimientos que podrían redefinir la ciencia y
la filosofía humanas. Sin embargo, la sensación de entrar en algún lugar
prohibido persistía, conduciendo a Elías a una conclusión inevitable.
—«Debemos
irnos», declaró finalmente el capitán. El riesgo de permanecer demasiado tiempo
ante tanta magnificencia desconocida podía tener consecuencias imprevistas.
Tras asegurarse de haber registrado todo lo posible, la tripulación se retiró
de los monolitos bajo un silencio reverente.
De
vuelta en el Aetheris, cada miembro procesó la experiencia a su manera. Habían
desenterrado un legado olvidado, conectándose con una inteligencia anciana y
monumental, pero también habían enfrentado la naturaleza insondable del universo.
Al salir del sistema, los monolitos se desvanecieron nuevamente en la negrura,
como guardianes celestiales de secretos eternos.
El
capitán Elías y su tripulación continuaron su viaje, enriquecidos y
transformados por la singular aventura. Los monolitos del silencio permanecían,
absorbiendo la luz y señales, esperando a los próximos viajeros para compartir
las historias de los Aurith.
Elías
y su tripulación sin decir palabras se comprometieron a volver. Solo bastaron
miradas.
Fue
entonces cuando todos comprendieron que, en el vasto cosmos, estaban destinados
no solo a encontrar nuevas fronteras, sino también a toparse con los vestigios
de aquellos que vinieron antes, en búsqueda de respuestas que aún desafían la
mente humana.
Historia
basada en la temática musical creada por Sasha Puzan.
Escrito por:
NAIra M. Wiss.
Agregados:
Jarl Asathørn.

