lunes, 9 de diciembre de 2024

Rezyklon presenta: «El Regalo Rojo»

 


RELATOS NAVIDEÑOS DE TERROR

 

EL REGALO ROJO

 



—Veamos, hábleme de ese regalo.

 

—Pues… lo encontré en la puerta de mi casa, al llegar del trabajo. Como quedaban unos días para Navidad, supuse que alguien me lo envió. Se trataba de un hermoso paquete de regalo rojo sin tarjeta ni remitente. Me atrajo irremediablemente el papel brillante que lo envolvía y su hermoso lazo escarlata. Era como si alguien lo hubiese preparado con mucha dedicación.

 

—Ahá.

 

—Lo cogí y entré en casa. Lo dejé sobre la mesa del salón y enseguida sentí cómo crecía en mi interior un incontrolable afán, casi hipnótico, por abrir esa condenada caja. No obstante, pensé que ya quedaba poco para Navidad y se suponía que no debía ser abierto hasta ese día. Me dirigí hacia la cocina. Tenía hambre.

Tomé una manzana y volví al salón. Pero mi mano se abrió por sí sola para dejarla caer, pues en cuanto entré en la estancia vi que el paquete bermellón se encontraba en otro sitio. Sobre el sofá.

 

—¿Y puede decirme con seguridad que no lo dejó ahí en lugar de en la mesa?

 

—Eso mismo pensé yo al principio. Dudé… cogí el paquete y volví a colocarlo en la mesa. Después me agaché para recoger la fruta, apartando la vista del paquete y cuando me incorporé, enorme fue mi sorpresa al encontrar el regalo granate de nuevo en otro lugar. Estaba sobre uno de los muebles. Aquello me inquietó. Así que tomé el paquete, lo dejé fuera, donde lo había encontrado, y cerré la puerta con llave.

 

—¿Entonces no era para usted?

 

—No lo sé, ya le he dicho que no llevaba ninguna tarjeta.

 

—Está bien. Continúe.

 

—Durante el resto de la tarde me olvidé y me fui a la cama temprano. Vi la tele durante un rato, cambié de canal. Todos estaban repletos de anuncios en los que Papá Noel se surtía de regalos en los grandes almacenes. Finalmente, me dormí. Aunque fuera una hora temprana de un viernes por la noche. Durante la madrugada, desperté, encendí la luz de la mesilla y me dirigí hacia el baño. Después regresé a la cama, ¡pero todo el sueño que tenía se desvaneció súbitamente cuando encontré el maldito paquete de regalo carmesí sobre las sábanas! Enseguida fui hacia la puerta de mi casa y comprobé si estaba cerrada. Lo estaba. Emprendí la marcha entonces hasta el dormitorio y, al llegar al salón, encontré el paquete sobre la mesa. Sentí una mezcla de furia y temor. Arrojé el condenado regalo por la ventana, pero no sirvió de nada, tras dormir un par de horas, volví a encontrarlo en el salón, esta vez bajo la mesa. Sé que parece una locura, pero le aseguro que todo lo que digo es cierto.

 

—¿Ha sufrido más estrés de lo habitual últimamente?

 

—No. No se trata de eso.

 

—¿Ha ingerido algún tipo de sustancia?

 

—¡¿Qué?! ¿De verdad me está haciendo esa pregunta?

 

—Conteste, por favor.

 

—No, no lo he hecho.

 

—Entonces, ¿cómo explica todo esto que me está contando?

 

—No lo sé. No tengo ni la menor idea.

 

—Está bien, esto es lo que haremos…

 

—Espere, aún no he terminado. Hay más.

 

—Pues cuénteme.

 

—Traté de deshacerme varias veces del regalo rojo, pero vuelve a mí. No importa lo que haga. Me desesperé y lo abrí. ¡Porque estaba perdiendo el control! Pensé que eso era lo que quería: que lo abriera. ¡Es un regalo! ¿No es eso lo que se supone que hay que hacer con ellos?

 

—Sí.

 

—Pues lo abrí, eso hice.

 

—¿Y qué ocurrió?

 

—Vi su interior. Había un enorme vacío. Una oscuridad aterradora. Era como si la caja no tuviese fondo, como si me asomara a un mundo de tinieblas. Y desde entonces… desde que lo abrí… cada noche tengo la misma pesadilla…

 

—¿Qué pesadilla?

 

—Me rodean cuatro paredes rojas… No hay puertas ni ventanas. Miro hacia arriba y veo que donde debería haber un techo no hay nada, sino una tapa enorme, medio abierta. Para mi temor deduzco que estoy dentro del regalo…

 

—¿Dentro del regalo?

 

—Y cada noche, esa tapa está más cerrada y el interior más oscuro. Tengo miedo de que termine cerrándose conmigo dentro.

 

—¿Cree que es eso lo que ocurrirá?

 

—¡Sí! Creo que una noche terminará por cerrarse… Lo creo…

 

—No, no lo crea.

 

—Claro que lo creo. ¡Eso es lo que terminará pasando!

 

—Por supuesto, por eso digo que no lo crea. No debe creerlo, puede estar seguro de ello.

 

—¿Cómo dice?

 

—Pues que eso es lo que ocurrirá. Que el regalo se cerrará. Tiene usted toda la razón.

 

—¿Qué?

 

—Y esa es mi parte favorita —sonrió y señaló hacia el techo.

 

—Pero… ¿qué…? —Mientras la inquietud le oprimía el pecho miró hacia arriba. De repente, el techo era la tapadera del regalo. Las paredes se volvieron del color de la sangre.

 

—Ya se cierra —reía.

 

—¡No! ¡No! Un momento… ¡Espere! ¡No! —gritaba mientras se sellaba el techo y todo se sumía en la más absoluta oscuridad.

 

—Le doy la bienvenida a su nuevo hogar.

 

—¡¿Qué?! ¿Pero qué está diciendo? ¿Dónde estoy? ¿Estamos dentro del regalo? ¿Qué está pasando?

 

—No se preocupe, tendrá mucho tiempo para comprenderlo… Ah, por cierto. ¡Ya es el día! ¡Feliz Navidad!

 

FIN

 

 

 

 

Fuente:

auxilili.blogspot.com

Edición final: V.D.M.