Entre gaitas,
whiskys y tréboles
La vida de Dazz McDrinker/Ciudad: Murphy’s City/Año:
2106/Sudamérica: Región de la Patagonia Libre, Chile.
Capitulo demo ‘EL BAR, MI HOGAR’
Caminé toda la tarde buscando un libro viejo que apareció en un
sueño.
Estaba cansado y con hambre. Las librerías estaban abarrotadas de libros
aburridos, pero de aquel bendito libro onírico que me obsesionaba… ni rastros
de su existencia. La tarde era gris, las calles estaban casi vacías… y digo
casi porque de pronto alguien toca mi hombro izquierdo… era Mc Caine, un viejo
camarada de armas, nos saludamos en un abrazo y nos dirigimos al bar irlandés
de la calle Wild Rover.
Ese bar era de un amigo llamado Anders, un sueco que
había llegado en el año 2057. Nos sentamos en el rincón ‘irish’ del local,
donde se juntaban ex soldados a contar historias de guerra. En una mesa estaban
los ‘7 Aka-psychos’, veteranos que habían estado en el desembarco a Cochrane…
se juntaban todos los viernes a beber whisky, a fumar unos puros y a relatar
historias de viejos amores perdidos en el recuerdo.
Mc Caine se desliga de su viejo
abrigo negro y se acomoda suavemente en el sillón verde que usaban los
‘gaiteros’, otro grupo de viejos sobrevivientes e inmigrantes de escocia e
Irlanda, pero que esta vez no se encontraba en la ciudad porque andaban de
pesca en su barco llamado graciosamente ‘Las tetas de la sirena desdentada’.
La tarde se arrastraba entre
copas cuando ingresa al bar una mujer hermosa, de cabellos rojos, caderas
anchas y unos pechos lecheros que recordaban lo mejor de nuestra niñez. Su
nombre: Miranda Wright, una inglesa treintona separada, cantante, sin hijos, y
ardiente como una brasa del infierno. Yo la conocía bien… antes de ir a la
guerra tuvimos un encuentro en el viejo hotel de la calle Queensberry, cerca de
Mully’s Park. Desde ese entonces éramos amigos, y nos revolcábamos una vez al
mes para sacarnos la tensión de la ciudad, ella amaba con pasión y sin tapujos,
era una amante excepcional, me simpatizaba, y la quería bastante, era mi mejor
amiga desde entonces y también mi confidente. Pero todo en el anonimato.
La hora avanzaba y aparecen los
muchachos de la banda local ‘The Royal Assholes’… no pasó mucho tiempo para
escuchar su música alegre que iluminó el bar y el whisky corrió a raudales…
cerca de la medianoche se abren las puertas y aparece el policía corrupto de la
ciudad: Martin Cook… un tremendo hijo de puta que se vendía a la mafia por un
poco de atención, me gusta decirle “Cock” mientras me agarro el bulto… “Cock” aparecía
una vez al mes para cobrar su tajada del bar, a Anders no le hacía nada de
gracia que este poli carroñero apareciera como si fuera el dueño recaudando “su
dinero”, pero era la única forma de mantener lejos a los mafiosos del ‘circulo
negro’.
Llegué a mi departamento casi a
la rastra, las cervezas y el whisky me habían destrozado el cráneo y lo único
que recuerdo vívidamente es una vomitada en la calle 5, a tres cuadras de mi
edificio.
09.34 a.m.
Mientras bebo mi café recuerdo
una leve conversación con un cliente habitual de fin de semana de nuestro bar, (Bar que por cierto tiene el nombre más
irlandés que se le puede poner a un local que pretende mantener los recuerdos
de la tierra de nuestros ancestros: ‘El Trébol de Dublin’.)
El tipo se me acerca mientras yo
estaba en la barra y me invita una pinta de birra negra:
*Hola amigo… mi nombre es Declan O’Craven… te invito una pinta, de lo que
quieras.
*Hola… me llamo Dazz McDrinker… y acepto tu pinta.
*Siempre te veo los viernes de cada mes-- sentado en ese sillón, como si
estuvieras esperando a alguien que nunca llega.
*Así es mi amigo-- espero a mi hermano… durante la guerra prometimos que
si ambos estábamos vivos-- nos reencontraríamos en este bar… para emborracharnos
hasta olvidar toda esa puta guerra, para olvidar los rostros de los camaradas,
para borrar la mierda que nos regalaron esos hijos de puta que no aprendieron
nada de las 2 guerras anteriores.
*Un hermano es una buena razón para esperar toda la vida… ¡Salud por tu
hermano!
*¡Salud!
Esas pocas palabras que cruzamos
con O’Craven me destrozaron… “Un hermano
es una buena razón para esperar toda la vida” … y aquí sigo esperando,
desde este sucio y apestoso edificio… mirando el amanecer antes de ir a la fábrica.
Al salir de mi apartamento me
encontré con la vieja del 18, era una anciana repulsiva que repartía
“comidillo” por todo el edificio, siempre intento evitarla para no tener que
ponerle mis bototos en su demacrado rostro.
*Buenos días Señor McDrinker… buenos días ¿Cómo se siente después de su
noche de farra?
*Me siento bien. Ahora que la veo a usted me siento como la mierda ¿Por
qué no se mete en su puta vida y me deja tranquilo? ¿Y sabe qué más? ¡No me
dirija más la palabra!
La vieja me queda mirando sin
balbucear ni una silaba. Tal vez se asombró de mi reacción… siempre he
intentado ser educado, pero hoy… hoy no estoy para el comidillo de nadie y
menos para viejas hociconas de mierda.
Mientras trabajaba el clima
cambia abruptamente… creo que escuché truenos a lo lejos… y en lo único que
pensaba era en irme raudo a mi departamento para ducharme, cambiarme e irme al
bar… era sábado, y no pensaba quedarme leyendo un libro mientras una tormenta
azotaba la ciudad. Necesitaba salir. Seguramente hoy se juntarían muchos
obreros a contar historias… y eso era mucho mejor que mirar el techo de tu
cuarto mientras la vieja memoria te come la cabeza.
22:29 p.m.
Ya en el bar me sentí aliviado,
como si mil kilos de chatarra hubieran desaparecido de pronto de mi espalda.
Estaba cansado y quería emborracharme… antes de pedir una pinta de birra me
llama la atención la cantidad de gente extraña que había concurrido al local,
le pregunto al cantinero, y este me contesta que la empresa nueva que se estaba
instalando en la ciudad estaba contratando personal de toda la zona y estaban
llegando algunos hombres y mujeres de la península de Brunswick, ellos eran
algunos sobrevivientes que aún estaban dispersados y no estaban en los
registros de las autoridades locales.
Mientras bebía mi birra se
sienta a mi lado uno de los extraños y me cuenta que al sur había muy poca
gente, tanto del lado chileno como argentino, que muchas aldeas nuevas
trabajaban como clanes y existían leyes que no permitían la delincuencia ni el
asesinato. Muchas de esas “tribus” trabajaban como células de un gran organismo
patagónico.
Era interesante escuchar
historias nuevas de este mundo que renace de sus propias cenizas y que crece de
a poco. Yo todavía soñaba con un mundo sin bandidos ni corrupción… la vida y la
humanidad me demostraban todo lo contrario, y todos los días.
No habíamos aprendido nada.
Todo
seguía como la mierda.
Capitulo demo ‘EL BAR, MI HOGAR’