lunes, 1 de enero de 2018

No lean esto


No quise hacer una estupidez obvia… una puta síntesis de fin de año.
El 2017 es como cualquier año, fue como otro pasado-presente olvidable.
Los humanos sueñan y se desesperan año a año para que algo cambie, o tal vez en el fondo saben que nada cambiará.

¿Qué los mueve?
¿Esperanza? No.
¿Otro sueño loco? No.
¿Seguir actuando? Sí.
¿Una especie de síndrome de Estocolmo pero vivencial? Sí.

Es mejor actuar, como si todo pudiera cambiarse con un abrazo, con un regalo, con una fiesta entre conocidos y desconocidos. Con una puta cena entre familiares. Levantando una copa que no ahoga el odio, la desesperanza, ni la estupidez.

¿Cuál sería mi deseo para este puto año? Nada. Los deseos le pertenecen a los niños, ellos juegan a soñar… los adultos juegan a ser imbéciles, en una rueda de imbéciles, en un carrusel de idiotas, en una matrix asquerosa.

Y la navidad es y será siempre un asco, una creación comercial, nada valorable, otra creación absurda entre disparos de ciegos. Y santa disfrazado de rojo, para promocionar una bebida cola.
El verdadero Santa es un duende, vestido de verde. 
Y la navidad es una falsa copia de Saturnalia. 

Y cristo es nada. Y Jesús es un chiste cristiano.

No hay esperanzas.

No hay nada.

Amistad, amor filial, amor humano, amor sexual… todo lo mismo… una mierda.

El destino no se puede cambiar.

El libro existencial se cierra lentamente.
Sigan lanzando juegos de artificio, para que sigan actuando como zombies, levanten la mirada como estúpidos siguiendo el juego de los oscuros. Sigan con la mirada muerta las luces de colores...

Humanos… simples marionetas en un juego siniestro.