jueves, 19 de octubre de 2017

Nada en el horizonte...

«No se avizora nada bueno, solo silencio y vacuidad.

Tal vez este sea mi testamento final, para ser olvidado o recordado, pero eso ya no importa. Los caminos se estrechan, el clima enloquece, las sociedades se convulsionan esclavizadas en el materialismo, la tecnología, la violencia, y la desesperanza.

 

Significa que todos los senderos te llevan al abismo.

 

La humanidad solo es un delgado velo entre el primitivismo caníbal y la indecencia autocomplaciente de creerse aún “una raza sapiente”.

La humanidad orbita los mundos de abajo, una señal clara que siguen en su decadencia, esclavizados a la materia, a los señores de la economía de mercado, a los políticos que les dictan sus propias agendas, a los susurradores que cambian lo correcto por sus propias directrices oscuras.

No queda tiempo. La madurez humana tendrá que ser activada entre dolores de un parto y pesadumbre.

Las “profecías” alimentan los miedos y las culpas. Unas falsas y otras son de aquellas que aguardan como hienas hambrientas en las nebulosas de lo no satisfecho.

«Las verdades tienen espinas sangrantes y se asoman con fuerza.

Se acerca a pasos agigantados la navidad, la fiesta más falsa de todas. El dinero correrá a raudales para crear esperanzas absurdas. La humanidad no necesita fiestas… necesita cambios reales.

Una cena en la seguridad de un hogar no alimenta el hambre del mundo, los regalos no cambian las lágrimas de los que sufren por las guerras, y el viejo pascuero no tiene el poder, primero de existir por sí mismo, y segundo, de regalar algo real, que no salga del bolsillo de los padres o de los sueños absurdos. Todo el año es víspera de pascua, pero quien sonríe y castiga a esta mala humanidad es Krampus.



Así avanza “el hombre”, con todas sus aberraciones, con todas sus ansias superfluas, con sus vanidades, ambiciones y carroña.

 

No hay nada en el horizonte... nada».