«No se avizora nada bueno, solo silencio y vacuidad.
Tal vez este sea mi testamento final, para ser olvidado o
recordado, pero eso ya no importa. Los caminos se estrechan, el clima
enloquece, las sociedades se convulsionan esclavizadas en el materialismo, la
tecnología, la violencia, y la desesperanza.
Significa que todos los senderos te llevan al abismo.
La humanidad solo es un delgado velo entre el primitivismo caníbal
y la indecencia autocomplaciente de creerse aún “una raza sapiente”.
La humanidad orbita los mundos de abajo, una señal clara que siguen
en su decadencia, esclavizados a la materia, a los señores de la economía de
mercado, a los políticos que les dictan sus propias agendas, a los susurradores
que cambian lo correcto por sus propias directrices oscuras.
No queda tiempo. La madurez humana tendrá que ser activada entre
dolores de un parto y pesadumbre.
Las “profecías” alimentan los miedos y las culpas. Unas falsas y
otras son de aquellas que aguardan como hienas hambrientas en las nebulosas de
lo no satisfecho.
«Las verdades tienen espinas sangrantes y se asoman con fuerza.
Se acerca a pasos agigantados la navidad, la fiesta más falsa de
todas. El dinero correrá a raudales para crear esperanzas absurdas. La
humanidad no necesita fiestas… necesita cambios reales.
Así avanza “el hombre”, con todas sus aberraciones, con todas sus
ansias superfluas, con sus vanidades, ambiciones y carroña.
No hay nada en el
horizonte... nada».