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¿Qué es la ibogaína?
La ibogaína es una substancia natural psi-coactiva que se ha
demostrado tener la capacidad de interrumpir los trastornos relacionados al uso
de substancias, así como poseer otros beneficios neurológicos y psicológicos.
Se encuentra naturalmente en varias plantas, principalmente en iboga (Tabernanthe iboga) miembro de la familia
Apocynaceae, utilizada durante siglos por comunidades tradicionales del Oeste
de África para sus rituales y con propósitos curativos.
En dosis bajas, la ibogaína actúa como estimulante, aumentando la
energía y disminuyendo la fatiga de forma distinta a otros estimulantes del
sistema central nervioso como las anfetaminas y cocaína.1 En dosis más grandes,
la ibogaína produce efectos oníricos, lo que significa que estimula un estado
de ensueño mientras se está despierto, así como visualización que ocurre con
los ojos cerrados y la recuperación de memorias reprimidas. Sus posibles
efectos físicos incluyen ataxia, nausea y vómito, sensibilidad a la luz y al
sonido, temblores y efectos cardíacos.
A principios de 1960, el psicólogo chileno Claudio Naranjo condujo
40 sesiones de ibogaína con sus clientes y fue el primero en describir la
experiencia científicamente. El reporto que la ibogaína ayudaba a las personas
a observar experiencias difíciles desde una perspectiva objetiva, y que ayudaba
a facilitar la conclusión de conflictos emocionales no resueltos.
El uso de la ibogaína en el occidente, especialmente su aplicación
en tratamientos para problemas con el uso de substancias fue iniciado por el
pionero Howard Lotsof.
En 1962, Lotsof a sus 19 años fortuitamente encontró que una dosis
de ibogaína no solo interrumpió su dependencia fisiológica a la heroína, sino
también elimino su deseo de usar, todo esto sin experimentar síntomas de
abstinencia. Lotsof dedico el resto de su vida abogando para el desarrollo de
la ibogaína como medicina.
A principios de 1990, el Instituto Nacional del Abuso de Droga de
Estados Unidos (NIDA por sus siglas en inglés)
comenzó el desarrollo de la ibogaína al financiar completamente las pruebas
pre clínicas en animales así como la primera fase de pruebas de prevención de
riesgos en humanos. Los resultados confirmaron que la ibogaína disminuye la
administración propia de estimulantes, opioides y alcohol, así como reduce
significativamente los síntomas de abstinencia de opioides. Desafortunadamente
la investigación del desarrollo terminó prematuramente debido a conflictos de
propiedad intelectual, su alto costo y la complejidad relacionada a los
recursos de la NIDA.
Las pruebas de seguridad de la Fase 1 realizadas por la NIDA
encontraron que la ibogaína no es neurotóxica. Sin embargo, hay una cantidad de
fatalidades que se han asociado temporalmente a la ingestión de la ibogaína.
Estas fueron atribuidas a una variedad de factores, incluyendo condiciones médicas
pre-existentes, especialmente condiciones cardíacas, así como ataques
experimentados como resultado de síntomas agudos de abstinencia del alcohol o
benzodiacepinas, y en otros casos la coadministración de una o más drogas de
abuso.
Una de las causas citadas es que la ibogaína potencia los efectos
de los opioides, así como su letalidad si son co-administrados. Esto ocurre al
no actuar como un agonista opioide o antagonista, sino al aumentar las señales
de los opioides.6 Aun mas, en adición a su capacidad de atenuar los síntomas de
abstinencia, la ibogaína ha mostrado el reducir la tolerancia desarrollada a
opioides (Trujillo KA & Akil H,
Inhibition of Morphine Tolerance and Dependence by NMDA Receptor Antagonist MK-801,
Science, 2512:85-87, 1991) y alcohol, en esencia regresa al usuario de
drogas a un estado de novato.
El uso de substancias después de una administración de ibogaína que
no toma esto en consideración presenta un riesgo significante de una sobredosis.
A finales de 1980, las primeras sesiones regulares de
desintoxicación con ibogaína fueron realizadas por la Unión de Consumidores de
Drogas Daneses en Ámsterdam. Durante las últimas décadas se ha desarrollado una
comunidad global de terapeutas proveedores de ibogaína, que han sido apodados
como “subcultura medica”, incluyendo ex consumidores de drogas y médicos. En el
2007 se calculó que se habían realizado más de 3,400 sesiones de terapia para
problemas con substancias, así como para desarrollo personal y espiritual.
Cada año este número continúa creciendo, así como el número de
clínicas.
La eficacia del uso de la ibogaína para la desintoxicación has sido
explorada en dos estudios recientes realizados por le Asociación
Multidisciplinaria de Estudios Psicodélicos (MAPS por sus siglas en inglés), intentando monitorear la eficacia a
largo plazo de la terapia de desintoxicación con ibogaína. Los estudios
realizados en México y Nueva Zelanda han reportado resultados preliminares un
índice de clientes de entre 20% y 50% que han permanecido libres del abuso de
su principal substancia por al menos 12 meses. Los factores que afectaron este
rango implicaron la facilidad de seguimiento en el estudio de Nueva Zelanda,
así como otros factores como planes para continuación del cuidado.
La terapia de ibogaína puede tener resultados prometedores en el
tratamiento de otras condiciones, incluyendo Hepatitis C, enfermedad de
Parkinson y el síndrome de Tourette.